62. Tributo

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Sólo una fracción de segundo había bastado para que todo se volviera un verdadero desastre. Las personas comenzaron a salir como impulsadas por una corriente invisible por las puertas de la iglesia, mientras se cubrían, temerosas de que un disparo pudiese alcanzarlas. Pero lo que ellos no sabían era que no sé trataba de un clásico psicópata Americano... aquel psicópata tenía víctimas bastante específicas.

Como dirigidos por alguna clase de entendimiento grupal, todos nos pusimos en movimiento al mismo tiempo. Matt y Jeremy corrieron a buscar refugio y salieron rápidamente del interior de la iglesia. Caroline corrió desesperada hacia Tyler, con Elena y Stefan siguiendo sus pasos. Damon por el contrario, me dedicó un asentimiento y navegó con la corriente de personas hacia el exterior. Sabía lo que haría. Iba a asegurarse de cumplir su amenaza. Iba tras el cazador. Le lancé una rápida mirada a Stefan, que encontró mis ojos entre el alboroto y asintió. Tyler estaba bien.

Sin más que esperar, me mezclé también con la marea de personas que se estrujaban para salir al exterior y seguí a Damon. Una vez estuve en el patio frontal de la iglesia, no pude encontrarlo por ningún lugar. Respiré profundo, cerré los ojos y colocando mis cabellos detrás de mis orejas, me concentré en explotar mi sentido auditivo al máximo.

Gritos desesperados, torpes pisadas en el suelo de madera, hojas crujiendo bajo el peso de aún más torpes pisadas, pedazos aislados de conversaciones, aspersores humedeciendo la grama, pequeños pichones en un nido en algún árbol, un chirrido de metal y un golpe sordo sobre el pavimento.

Abrí los ojos de golpe y corrí, siguiendo el sonido. Me encontré a mi misma corriendo a la parte trasera de la iglesia, en donde no había nadie... más que un vampiro y un cazador de vampiros inmersos en una pelea cuerpo a cuerpo. Para cuando llegué, Connor tenía a Damon contra el suelo, empuñando una gruesa estaca de madera contra su corazón. Sin detenerme siquiera a meditar las alternativas, me abalancé sobre Connor y lo empujé, haciendo que volara por los aires y se estrellara contra su camioneta... a la que le habían arrancado una puerta. Me volví hacia Damon, con los ojos abiertos como platos.

- ¿Estás bien?

Y un segundo después, cuando tres balas de madera impactaron mi espalda, me arrepentí de haberlo hecho. Lancé una exclamación ahogada y caí al suelo, mientras inútilmente intentaba alcanzar las balas con mis manos. Mientras caía, de cara al suelo, escuché un motor encenderse y acto seguido como la camioneta de Connor se alejaba a gran velocidad, derrapando. Damon, en el suelo, también gruñía.

- Damon... - gemí. – Necesito... ayuda. – supliqué, mientras los ojos se me anegaban en lágrimas. – Puedo sentirla... - exhalé, evitando hacer el más mínimo movimiento. – muy cerca... de mi corazón. – dije haciendo referencia a la bala, que podía sentir como lenta y milimétricamente se abría paso en mi interior, siendo arrastrada por mi torrente sanguíneo.

Damon crispó el rostro en desesperación mientras intentaba sacar las balas que él mismo tenía alojadas en su cuerpo.

Repentinamente sentí unos dedos hurgar en los orificios sangrantes de mi espalda. Intenté ahogar un grito, mientras me concentraba en no moverme a pesar del dolor. Finalmente, cuando la astilla de madera que estaba peligrosamente cerca de mi corazón fue extraída, lancé una exclamación de alivio y comencé a inhalar el aire a bocanadas mientras me sujetaban del brazo y me ayudaban a incorporarme. Era Stefan.

- ¡Oh, gracias a Dios! – exclamé, mientras él me miraba preocupado con los ojos abiertos como platos. Casi inmediatamente Stefan retiró las otras dos balas, mientras yo profería maldiciones y palabrotas. – Bueno, eso fue un fracaso. – me quejé, mientras recuperaba el aliento, sentada de piernas cruzadas en el suelo. – Casi muero y ahora sabe que soy un vampiro.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora