54. Denver

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- Entonces... - recité la mañana siguiente, mientras intentaba procesar todo lo que Stefan me acababa de contar. – Damon obligó a Jeremy a irse de Mystic Falls, Alaric tiene un alter ego cazador de vampiros, ustedes fabricaron doce estacas de madera de roble blanco con lo que quedaba del puente Wickery, es decir, el letrero y ahora... Sage, el amor eterno de Finn, quienes ustedes mataron, murió justo después y también Troy, a quien ella creó. Lo que los lleva a creer que si un Original muere... todo su linaje desaparece junto a él. Y – inhalé profundo para continuar y apreté los dientes con fuerza. – como si fuera poco, el alter ego homicida de Alaric es quien tiene la última estaca que podría, posiblemente... acabar con todos nosotros. ¿Me estoy dejando algo? Por favor, siéntete libre de rectificarme. – inquirí un poco alterada y molesta.

- No. – negó Stefan con la cabeza. – Creo que lo resumiste bastante bien.

- Muy gracioso. – regañé. - ¿Qué demonios? Pierdo tres cuartas partes de mi humanidad un par de meses y todo se va a la mierda. – dije para mí misma y Stefan sonrió. – Siento que todo esto es mi culpa. – me lamenté.

- No, Alexa... esto no es tu culpa. – me aseguró.

- Nunca debí haber apagado mi humanidad. – me enfurecí conmigo misma. – ¿Y todo por qué? ¿Por qué me encontré a Damon y a Elena besándose? – espeté, y fue entonces cuando me di cuenta de que el recuerdo aún me entristecía y me molestaba; y también de que había lastimado a Stefan recordándoselo pues, había contraído el rostro a manera de disgusto, aunque había intentado que pasara desapercibido. – Nunca debí permitir que tu hermano tuviera tanto poder sobre mí.

- Pero lo tiene... ¿o no? – intervino Stefan, y me miró directamente a los ojos. – Él es tu humanidad, Alexandra. Quiero decir, él fue la razón de que volvieras a sentir... de que te volviera a importar. – me recordó. – Por Damon... lograste romper la compulsión de un Original; y no de cualquiera sino de Klaus. – remarcó.

- Como tú hiciste con Elena, en el gimnasio. – le recordé y lo miré, sintiéndome mal por los dos. Enamorados de dos personas que se gustaban entre sí. Stefan me miró e hizo una mueca, para después bajar la cabeza y sacudirla ligeramente.

Sentí mi alma encogerse.

- Y ahora estoy de vuelta en la casilla de partida: amando a dos hombres y sin saber realmente que siento. – suspiré y entonces hundí mi cabeza entre mis manos, frustrada.

- ¿Realmente amas a Klaus? – inquirió Stefan, como si la sola idea fuese lo más alocado que había escuchado en su vida.

- Con toda mi vida. – admití, tras un par de segundos en un incómodo silencio. – Es... ridículo, en serio. Él es la razón de que mi vida sea una miseria. Quiero decir... tiene que haber algo mal conmigo, Stefan. – dije, sintiendo como la garganta se me cerraba y las lágrimas acudían a mis ojos. – Se supone que debo odiarlo y... tener un deseo insondable de matarlo pero... - miré a Stefan a los ojos, y pude ver su expresión: preocupada y afligida. – lo amo. – reí, porque era realmente una locura. – Y luego está Damon. – espeté, como si estuviese enlistando mis problemas. – Quien es... un estúpido y un imbécil pero... me hace feliz. Y... lo amo también. Dios, me siento como una puta por admitir esto y, siempre creí que Katherine mentía cuando decía que los amaba a los dos; a ti y a Damon. – aclaré, cuando Stefan frunció el ceño. – Pero ahora... me doy cuenta de que sí es posible amar a dos personas con la misma intensidad, y no poder escoger uno solo sin tener que eliminar los sentimientos por el otro. Apesta.

Era la primera vez que admitía en voz alta amarlos a ambos. Sí, claro que lo había pensado un millón de veces, aun cuando mi humanidad estaba apagada, sabía que por un breve momento en mi infinita vida, los había amado a ambos. Pero lo había ignorado y lo había enterrado bajo capas y capas de sarcasmo y desinterés. Había realizado una jugada típica de Damon. Lo cual no hacía más que recordarme cuanto teníamos en común.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora