43. Llamada Misteriosa

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Trascurrieron varios segundos en silencio. Nadie se atrevía a decir nada. Llegado el punto en el que la atmósfera se hizo tan densa que podía cortarse con un cuchillo... Damon sacudió la cabeza, desorientado... y finalmente dijo:

- ¿Es completamente normal que esté confundido, cierto? – espeté y me miró a los ojos, como si creyera que me estaba burlando de él.

- Mmm... - murmuré, mientras acababa mi scotch de un solo trago. – Si. – asentí y coloqué el vaso vacío sobre la mesa más cercana. – Absolutamente. – le sonreí.

- ¿Qué estás haciendo con él? – inquirió con desprecio y le dedicó una mirada asesina a Klaus; pero aun así sonaba confundido.

Miré a Nik a los ojos y le sonreí; él me sonrió de vuelta. Y por toda respuesta, tomé su barbilla y con pasión atraje su boca a la mía... para fundirnos en un gran beso. Casi inmediatamente sentí el cuerpo de Damon tensarse y vibrar con poder. Estaba molesto... o celoso... dolido.

- ¿Qué demonios? – exclamó entonces y por el rabillo del ojo lo vi acercarse, pero justo entonces Elena lo sujetó del brazo... deteniéndolo.

- Damon... - gimió angustiada y cuando me separé de Nik, me di cuenta de que estaba aterrada. Le sonreí a ambos y me acerqué un poco más... separándome de Nik.

- ¿Eso respondió a tu pregunta? – inquirí, sin expresión alguna en el rostro y escuché a Nik ahogar una risita a mis espaldas.

Entonces Damon lo fulminó con la mirada, y después me miró a los ojos con perspicacia. Buscando... algo, cualquier cosa... una explicación, una respuesta. Acto seguido su rostro se iluminó, como si acabara de descubrir algo.

- Hijo de perra. – soltó, cambiando su expresión a una cargada de rabia... mientras miraba a Klaus por encima de mi hombro. – La has obligado. – finalizó, con cierta incredulidad en la voz.

- No. – me reí y le di una mirada rápida a Nik quien puso los ojos en blanco y se rió.

- Por supuesto que crees que no. – soltó, abriendo los ojos como platos... acercándose a mí. – Si te obligó... no hay manera de que lo sepas. – explicó, creyendo que de verdad estaba en algún tipo de trance proporcionado por la compulsión.

- Eres tan ridículo. – volví a reír; y acto seguido... Damon me sujetó de la muñeca y me haló. - ¿Qué estás haciendo? – inquirí amenazante, al tiempo que todo rastro de diversión abandonaba mi rostro.

- Vamos. – me volvió a halar, pero me resistí. – Nos vamos a casa. Ahora. – demandó.

- Suéltame, Damon. – advertí y amenacé al mismo tiempo.

- Estás bajo su compulsión, Alexandra. – dijo, incrédulo... intentando abrirse paso a través de mí. – Quizás quieras que te suelte ahora, pero luego me agradecerás que te lleve conmigo. – explicó y volví a reír a pesar de que al mismo tiempo intentaba que me soltara. – Vamos. – insistió y una vez más me haló.

Nik, que había intentado contenerse... y sabía aquello porque lentamente había escuchado como su respiración se aceleraba; se acercó entonces y fulminando a Damon con la mirada dijo:

- Tienes tres segundos para soltarla antes de que te arranque la cabeza. – amenazó y Damon lo miró... desafiante. – Uno... - comenzó a contar.

- Damon... - gimió Elena y lo haló del brazo que tenía libre.

- Dos...

- ¡Damon, suéltala! – chilló entonces Elena, zarandeándolo con fuerza.

Pero Damon no la escuchaba a ella, ni a Klaus... porque toda su atención estaba centrada en mí. Sus ojos buscaban con desespero en los míos, un atisbo de la persona que era la última vez que nos habíamos visto. Un atisbo de aquella que le había rogado que no permitiera que Klaus se le acercara. De aquella que le había besado con amor, mientras yacía en el suelo moribunda. Un atisbo de aquella que alguna vez lo había amado más que a nada en el mundo.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora