78. La Cueva

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Cuando alcanzamos la playa, el sol ya brillaba firme en el cielo y sin embargo, la brisa en la isla era helada y parecía traspasar la ropa que llevaba puesta.

Tras llegar a la conclusión de que alguien se había llevado a Damon, todos teníamos los pelos de punta y durante el descenso a la playa, cada rama que crujía, cada hoja que rozaba el suelo al caer y cada animalito que fijaba sus pequeños ojos en nosotros, daba la sensación de ser un potencial enemigo. Un potencial enemigo invisible.

Elena había perdido la compostura por un par de minutos y por primera vez en mucho tiempo, tuve compasión de ella. A pesar de lo que fuese... Jeremy era su hermano y, vínculo o no, ella amaba a Damon. Y ambos estaban desaparecidos. Por no mencionar que tampoco teníamos idea de qué había ocurrido con Bonnie, y por lo que sabíamos, que estuviera con Shane no era exactamente un pensamiento tranquilizador.

Así que cuando llegamos a la playa, todos parecimos respirar por primera vez desde iniciar el descenso en el sitio del campamento. La playa estaba despejada y ahí, sin los bosques y las montañas cerrándose a nuestro alrededor, asfixiándonos... todo parecía más llevadero.

Sin tiempo que perder saqué mi teléfono de entre mis cosas y comencé a intentar llamar a Niklaus. Al mismo tiempo, Elena intentaba ponerse en contacto con Caroline desde su teléfono. Klaus estaba encerrado en la sala de los Gilbert, así que no habría mucho que pudiera hacer desde allí. Necesitaba piernas afuera y Caroline era la mejor alternativa.

La llamada se fue directamente al buzón por lo menos las primeras veinte veces. Pero finalmente, tras haber caminado por la orilla de la playa, mojándome las botas con las olas, la llamada cayó.

- Nik, gracias a Dios. - suspiré y esbocé una sonrisa amplia, sintiendo tranquilidad por primera vez en el último par de días.

- Mi amor. - suspiró también y sabía que en aquel instante él sentía tanta paz como yo. No me había podido comunicar con él hasta entonces y se había negado a que fuera a aquella expedición por miedo a que algo malo sucediera. - ¿Qué ocurre? - preguntó inmediatamente, reconociendo el alivio en mi voz y evidentemente imaginando que algo andaba mal.

- Todo. - solté, volviendo a suspirar. - No tengo tiempo para darte todos los detalles, pero necesitamos urgentemente la espada del cazador. - apresuré, no sabía por cuánto tiempo se mantendría la comunicación.

- ¿Qué? - inquirió con voz profunda. - ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? - urgió, casi negándose a decir algo más antes de asegurarse de aquello.

- Yo estoy bien. - aseguré. - En serio. - insistí en caso de que la primera vez no hubiese sido convincente. - Y estaré bien, te lo prometo... si me ayudas con esto. - agregué. Hubo un silencio, que me hizo creer que había perdido la comunicación.

- No puedo salir de aquí al menos por otro día y medio. - me recordó tras resoplar, frustrado.

- Caroline va a ayudarte. - aseguré dándole un vistazo a Elena, que ya hablaba por su teléfono con Caroline. - Necesito que traduzcas el mapa. - continué, sin perder el tiempo. - Hubieron... complicaciones - hice una mueca, aunque él no podía verme. - y necesitamos la ubicación de la cura.

- ¿Me das tu palabra de que estás bien? - inquirió una vez más, tras suspirar.

- Sí. - asentí volviéndome para notar como Rebekah me miraba incrédula, mientras obviamente, escuchaba la conversación. - Tienes mi palabra. - reiteré.

- Bien. - finalmente su voz sonó queda y decidida.

- Nik... - musité, intentando mantener el control de mi voz para no dejarle saber que la verdad, era que temía por todos. - date prisa. Llámame cuando lo tengas.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora