63. En el Medio

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- Deberías venir conmigo. – insistió Niklaus un par de días más tarde, cuando le había contado todo lo que había ocurrido el día del memorial. – Ahora que ese cazador sabe lo que eres... - apretó los dientes con fuerza. – me sentiría mejor si pudiera protegerte yo mismo.

- ¿Y qué harás hoy? – inquirí, con la boca llena de cereal, mientras desayunábamos en pijama, como de costumbre.

- Bueno, dado que el cazador sabe quién es Tyler Lockwood y mis híbridos son una especie en extinción, voy a encargarme de que tenga la protección necesaria. – explicó, mirando divertido como tenía la boca llena de cereal.

- ¿Quieres decir que vas a ser la niñera de Tyler? – me burlé y alcé una ceja, en incredulidad.

- Muy graciosa. – me espetó, fulminándome cariñosamente con la mirada. – Deberías venir... será seguro. – prometió.

- Lo lamento, pero no voy a hacer el papel de niñera de Tyler. – negué con la cabeza, fastidiada sólo ante la idea. – Ve y encargarte de tus asuntos extraños de híbridos, no quiero tener nada que ver con ello. – Nik me miró, divertido. – Es extraño.

- Bien. – aceptó. – Pero prométeme que no te expondrás a ningún peligro. – entonces me dirigió una mirada significativa. – Tienes una extraña manera de atraer situaciones en donde puedes acabar muerta. – sonó casi como si quisiera culparme por aquello.

- Lo prometo. – aseguré. – Si sospecho que estoy a punto de adentrarme en algo peligroso, te llamaré de inmediato. – entonces le dediqué una tierna sonrisa, y sujeté su mano, que reposaba sobre la madera de la mesa.

- Bien. – aceptó. – Al menos pásate un rato, si no encuentras nada mejor que hacer ¿de acuerdo? – me dedicó una mirada ante la cual sabía que sería incapaz de negarme a lo que fuese que me pidiera.

Por toda respuesta me incliné sobre mi silla y suplanté un tierno y delicado beso en sus labios. Él lo correspondió de buen agrado y una sonrisa placentera se abrió pasó entre sus labios. Me coloqué de pie y me senté sobre su regazo, de frente a él. Sujeté sus cabellos con fuerza y atraje su boca a la mía y comencé a besarlo con intensidad. Instintivamente posó sus manos sobre mis glúteos, aunque con delicadeza. Sus manos sobre mi cuerpo quemaban con una pasión abrasadora. En un arrebato me quité la franelilla que traía puesta y la arrojé a un lado. Klaus abrió los ojos, ligeramente sorprendido.

- ¿Tan temprano? – se burló, con una sonrisa juguetona dibujándose en sus labios.

- Oh, sí. – asentí entre risas, despojándolo a él de su camiseta.

- No lo sé... - continuó, halándome del cabello con fuerza, para exponer mi cuello y comenzar a plantar besos hambrientos en este. – comienzo a sentir que sólo me quieres por el sexo. – pude sentir su sonrisa contra la delgada piel de mi cuello.

- Esa es una de las razones. – le seguí el juego, mientras me quitaba los cortos shorts de tela que conformaban mi pijama y volvía sentarme sobre su regazo. – Además, te hice desayuno. – agregué, rápidamente deshaciéndome de sus pantalones, con su absoluta colaboración. - Ahora estoy cobrándote. – entonces le dirigí una mirada traviesa, mientras suplantaba un pequeño beso en la cara interna de su muslo, y comenzaba a subir. Alcancé a ver como un escalofrió lo recorrió, justo antes de que me sujetara agresivamente por el brazo y me tomara ahí mismo.

Un gritito escapó de mi garganta cuando me encontré a mi misma sentada sobre su regazo, con los brazos alrededor de su desnudo torso y mis labios a centímetros de los suyos. Había una ferocidad en sus brillantes ojos verdes azulados, cuando comencé a moverme sinuosamente sobre él, proporcionándonos placer a ambos.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora