38. Comida para Lobos

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Me quedé de piedra, intentando darle un sentido a las últimas palabras de Klaus... pero simplemente no lo tenían. Había querido a Klaus muerto durante toda mi vida, y bajo ninguna circunstancia iba a lamentarlo... sin importar qué.

Comenzaba a darme cuenta del hecho de que Mikael ya estaba aquí, lo que probablemente significaba que Stefan y Katherine habían vuelto; cuando repentinamente alguien me sujetó ambos brazos, inmovilizándome. Era Mindy.

- ¿Qué demonios estás haciendo? – inquirí, mientras intentaba gentilmente liberarme... pero la chica se mantenía inquebrantable.

- Mikael te necesita. – contestó monótonamente.

- ¿Mikael qué? – inquirí incrédula. - ¿Por qué estás haciendo algo para Mikael?

Si Mindy era uno de los híbridos de Klaus... ¿Por qué estaba haciendo algo para Mikael?

- Sólo estoy obedeciendo. – contestó de la misma manera... y entonces todo fue tan claro como el cristal.

Mikael había usado la compulsión en ella. Y el hecho de que me hubiera mandado a buscar a la fuerza... olía a traición. Así que a velocidad vampírica, empujé a Mindy contra la pared más cercana, mientras forcejeaba con ella. Sabía perfectamente que una mordida de la híbrida me llevaría a la muerte, pues la cura desaparecería en el momento en el que Klaus muriese. Pero sin embargo, tomé el riesgo y dejé que mi rostro se transformase... dejándole absolutamente claro que no tenía ningún problema con hacerla pedacitos si no me soltaba.

Pero cuando finalmente conseguí liberarme de Mindy y tras volverme, introduje mi mano en su pecho para arrancarle el corazón... otro hombre, se me acercó por la espalda y antes de que pudiera hacer algo... cubrió mi boca y mi nariz con su mano... que estaba completamente llena de verbena.

Intenté contener el aliento, para que el olor no me debilitara; pero los gritos desgarradores que solté cuando mi piel estuvo en puro contacto con la planta... provocaron que incluso me ahogara con algunos pedazos de la misma. Y eso fue todo.

No habían utilizado la suficiente verbena para hacerme perder el conocimiento... pero si la suficiente para dejarme como un pedazo de carne inservible e inmóvil... como una marioneta. Estaba tan molesta, que literalmente... veía todo en rojo. Y el dolor no ayudaba en lo absoluto... solo empeoraba las cosas. Era como si alguien hubiera prendido un ardiente fuego en mi boca y mi nariz. Mi vía nasal, mi garganta, mi estómago... como si un gran e intolerable fuego me castigara de manera despiadada. Aún podía hablar... pero forzar mi garganta me producía un dolor inimaginable.

- ¿Qué quieren? – murmuré, mientras me arrastraban por la parte trasera de la casa, por los jardines... hacia el frente. Pero no me contestaron; en lugar de eso se limitaron a llevarme al frente de la casa, en donde Mikael esperaba tras el marco de la puerta.

- ¡Ah! – exclamó cuando me vio. – Ahí está ella. – sonrió, y fue entonces cuando noté que tenía a Elena sujetada por el brazo.

No, no Elena. Katherine. – pensé. – Mantente concentrada.

Estaba a punto de preguntarle a Katherine que estaba pasando cuando abrió los ojos como platos... claramente diciéndome que cerrara mi maldita boca, porque aún se estaba haciendo pasar por Elena. La conocía tan bien, que no había necesidad de palabras. Elena... no, Katherine haciéndose pasar por Elena, había colocado una expresión asustada y nerviosa que aún en mi estado, y a pesar de que se hacía pasar por Elena... noté que era en parte genuina.

- ¿Qué... está pasando? – pregunté débilmente, con voz ronca... y entonces Katherine abrió los ojos como platos.

- ¿Qué le hicieron? – exclamó e intentó abalanzarse sobre mí, pero Mikael se lo impidió.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora