10. Noche de Luna Llena

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- ¡¿Qué estás haciendo aquí?! – insistió tras zarandearme por los hombros, pues me había quedado pasmada, desde que había visto a Klaus frente a mí.

- Yo... yo... estaba... - no sabía que decir, pues si había algo que no esperaba, era encontrarme a Klaus, cara a cara. – Suéltame. – le dije entonces, a manera de excusa e intente zafarme de sus manos, pero Klaus me apretó más contra su pecho.

- ¿Por qué estabas corriendo? – preguntó, con los ojos abiertos como platos.

- ¿Dónde está Stefan? – le pregunté, mientras continuaba temblando.

- ¡¿Por qué estabas corriendo?! – gritó y me zarandeo con más fuerza. Gemí. Entonces Klaus frunció los labios y aflojó la presión que sus manos ejercían en mis hombros.

- ¿Dónde está Stefan? ¿Qué ha pasado aquí? – le pregunté, con un hilo de voz.

- Te dije que dejaras de seguirnos. – dijo entre dientes.

- ¿Dónde está Stefan, Klaus? – insistí, mientras temblores recorrían mi cuerpo.

- Él esta encarga... - entonces un aullido sonó desde un lugar no muy lejano de la posición en la que nos encontrábamos. Klaus abrió los ojos como platos y me miró. – Necesitas salir de aquí. Ahora.

- ¿Qué? ¿Por qué? – pregunté y lo miré con el ceño fruncido. - ¿Tus pequeños monstruos híbridos se escaparon del laboratorio? – entonces Klaus, entrecerró los ojos. – Al menos, eso era lo que parecía una de esas cosas que intentó matarme. – escupí.

Entonces se escuchó otro aullido aún más cercano. Klaus volvió a mirarme y esta vez me zarandeó.

- ¡Vete! – gruñó.

- ¡Estoy aquí para encontrar a Stefan, y no me iré hasta conseguirlo! – chillé, aunque en mi mente deseaba correr hacia las montañas y encontrar a Damon.

- Necesitas – Klaus dijo rechinando los dientes y haciendo énfasis. – salir de aquí. Este lugar no es seguro para ti. Ahora, vete. – entonces me soltó y me dio un pequeño empujón, apartándome de él.

- ¡Dime donde esta Stefan! – grité.

- ¡Sal de estas montañas ahora mismo! – gritó también, intentando amenazarme.

Entonces me crucé de brazos y lo miré con los ojos entrecerrados. Tenía prisa por ir tras Damon y asegurarme de que se encontraba bien, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de sacarle a Klaus información sobre el paradero de Stefan y sobre porque no estaba con él.

- Te lo advertí. – susurró con sus ojos clavados en los míos y para cuando me di cuenta, Klaus me había cargado y me había echado sobre uno de sus hombros, como si fuera una muñeca de trapo; y ahora corría a velocidad vampírica a través del bosque.

- ¡DETENTE! – le grité, mientras golpeaba su espalda en un intento fallido para que me soltara. - ¡BÁJAME!

- ¡No quisiste cooperar! – contestó, y no necesité verlo para saber que sonreía. – Así que yo mismo de llevare hasta donde quiera que esté tu auto.

Entonces sentí un mareo terrible.

Auto... Elena... Elena... Auto...

De ninguna manera Klaus podía ver a Elena, y si le permitía saber en dónde estaban los autos, con seguridad sabría que Elena estaba viva y humana...

- ¡Detente, detente! – grité. - ¡Me iré, me iré! ¡Bájame y prometo que me iré! – volví a gritar. - ¡Tan solo suéltame! – le dije con asco.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora