14. Tortura

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Klaus alzó a Damon por el cuello, estrangulándolo, mientras Damon intentaba, fallidamente apartar las manos de Klaus de su nuca.

- ¿Por qué no continuamos con la conversación civilizada? – intervine.

- Porque él llego. – contestó Klaus, cerrando más su mano alrededor del cuello de Damon.

Desesperada, hice lo primero que se me ocurrió y me lancé en dirección a Klaus, pero justo entonces, éste lanzó a Damon hacia el otro extremo del bar y tras darse la vuelta, me sujetó por la espalda, inmovilizándome.

- No quiero lastimarte, Alexandra. – susurró a mi oído. – Mantente alejada.

- Lo siento, - hice una pausa, mientras concentraba todo mi poder en mis brazos, para liberarme de Klaus. – pero no creo que pueda.

Entonces de un simple y ágil, pero a la vez fuerte movimiento me zafé de sus brazos.

- Resistencia. – sonrió, mientras se acercaba con paso amenazante. – Me gusta.

Retrocedí hasta golpearme contra la pared y me di cuenta de que estaba acorralada. En un intento de impedir que Klaus se acercara más a mí, tomé la silla que se encontraba más cerca y le arranqué una pata.

- Quédate donde estás. – lo amenacé, y me sentí estúpida, pues aquel insignificante trozo de madera no le haría ni cosquillas a Klaus. Éste se rió y continuó avanzando, entonces le arrojé la estaca. Klaus la tomó con su mano, justo antes de que perforara el lugar en el que se suponía, estaba su corazón. Luego, lentamente, levantó la cabeza y me miró con una sonrisa burlona en los labios. – Te lo advertí. – dije, mientras arrancaba la otra pata, y me preparaba para arrojársela.

Acto seguido, Klaus se volvió y agresivamente, le arrojó la estaca a Damon, que acababa de incorporarse, y de éste no haberse movido en el momento justo, le habría dado en un hombro. Damon lo miró, desorientado y enfurecido.

Aprovechando que Klaus se encontraba de espaldas a mí, le arrojé la otra estaca, pero tan rápido como la tuvo entre sus manos, se la volvió a arrojar a Damon, esta vez, rozándole el oído.

- Lánzame una más y te prometo que no fallaré. – me dijo, sin siquiera volverse a verme.

Echa una furia, le arranqué la otra pata a la silla, y con la estaca en mis manos me dirigí hacia él. Estaba a menos de un metro de distancia, cuando Klaus se volvió y me sujetó del brazo donde llevaba la estaca. Arrojé la estaca a mi otra mano, pero Klaus era mucho más rápido que yo y antes de tan siquiera ser capaz de acercarla un poco más a su cuerpo, de un manotazo, había provocado que la estaca saliera volando de mi mano. Intenté lanzarle un puñetazo, pero cuando mi mano estuvo a punto de encontrarse con su rostro, Klaus sujetó mi mano, me miró a los ojos y en un susurro sedoso, dijo:

- No te muevas.

Intenté mover un brazo, sólo para comprobar que Klaus acababa de utilizar la compulsión en mí.

¡Maldita sea! Sabía que no debía haber dejado la verbena.

- Ahora... - dijo Klaus, acercándose a Damon. - ¿Qué voy a hacer contigo?

- ¡Eres patético, Klaus! – le grité, desde donde me encontraba. - ¿Necesitas detener a una mujer porque no puedes con ella? – continué burlonamente, al conseguir que Klaus se volviera a verme. Todo lo que intentaba hacer era ganarle un poco de tiempo a Damon.

- Todo lo que intento hacer es no lastimarte. – dijo, mientras se detenía a escasos centímetros de mi. – Deberías estar agradecida.

- Estaría más agradecida, si pudiera patearte en la cara. – sonreí. – Así que si lo que quieres es que esté agradecida... libérame.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora