51. Error

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- ¡Oh, Dios! – desperté a la mañana siguiente, sujetándome la cabeza con ambas manos porque tenía la peor jaqueca del mundo. Nunca más volvería a beber. Kol yacía tendido a mi lado, y con su brazo rodeaba mi cintura por debajo de las sábanas. – Esto fue un error. – me lamenté aún tirada en la cama, pues ni siquiera tenía fuerzas para incorporarme.

Recordaba todos y cada uno de los detalles de la noche anterior: el baile, pelear con Nik, lanzar a Rebekah a través de la habitación, llorar en el hombro de Damon, emborracharme, darle mis tacones a Matt, ir al Grill, considerar volverme lesbiana, el sabor de los labios de Kol, de su cuello, de su pecho, de cada centímetro de su cuerpo... pero no podía recordar una razón por la que había cometido la que probablemente era la estupidez más grande de toda mi maldita vida. ¿Por qué demonios me tenía que acostar con Kol? ¿Con el hermano de mi novio? ¿Por qué, por qué, por qué? Todo lo que recordaba era una creciente ira que danzaba por mi torrente sanguíneo y el hecho de que no me importaba nada.

Me sentí como mierda. Como una zorra. Me sentí como Katherine. Había pasado toda mi vida intentando probarle a los demás y a mí misma que no era nada como Katherine; pero suponía que al final... no éramos tan diferentes como a mí me gustaría.

Sorpresivamente Kol estaba despierto. Lo noté cuando colocó su mano abierta sobre mi vientre.

- Te escuché decir muchísimas cosas anoche. – dijo, con una sonrisita autosuficiente en el rostro. – Bueno, más bien gritar. – continuó sinuosamente, y yo cerré los ojos con fuerzas mientras sentía mi rostro enrojecer. De la vergüenza y de la rabia. – Pero nunca dijiste que esto fuese un error.

Kol comenzó a descender su mano, acariciando mi piel a su paso y al mismo tiempo se inclinó y comenzó a besar mi cuello; pero yo inmediatamente me levanté, con la sábana alrededor de mi cuerpo, dejándolo desnudo en la cama... poniendo distancia entre los dos.

- ¿Qué demonios crees que estás haciendo? – inquirí, entre incrédula y molesta... a pesar de que intentaba mantener la calma pues, nada me había obligado a dormir con Kol. Yo lo había hecho porque era una maldita idiota.

- ¿Nada que no haya hecho anoche? – inquirió frunciendo el ceño. - ¿Qué? – volvió a inquirir. – ¿Ocho veces fue demasiado para ti? – entonces sonrió ampliamente y se levantó de la cama, mientras yo me mordía la lengua con tanta fuerza que sangraba y estaba a punto de arrancármela. Kol se acercó lentamente a mí, y yo retrocedí hasta que estuve acorralada entre su desnudo cuerpo y la pared. – Vamos... - sonrió, hablando a centímetros de mis labios. – he escuchado que el sexo matutino es saludable.

- Entonces intenta tener sexo contigo mismo. – respondí y lo empujé, para dirigirme al otro extremo de la habitación, tomar su ropa interior y arrojársela para que se la colocara. – Lo de anoche fue un error, Kol. – solté, volviéndome para darle la espalda pues no me sentía cómoda mirándolo desnudo. – Y si no es lo suficientemente obvio... no volverá a pasar. Nunca más. – aclaré, y unos segundos después cuando me volví, ya se había colocado la ropa interior.

- Bien. – asintió y fruncí el ceño, ¿realmente podría salir airosa de esta? No estaba acostumbrada a que las cosas fuesen tan sencillas, así que no me lo creía. – Pero... ¿Crees que debería llamar a Niklaus para darle un par de tips sobre cómo hacerte gritar toda la noche? – inquirió arrogante y sentí una ola de calor recorrer mi cuerpo. Rugí con mi rostro transformado y me abalancé sobre él, sujetándole por el cuello y pegándolo a la pared, mientras con la otra mano sujetaba la sábana que cubría mi cuerpo.

- Él me puede hacer gritar muy bien sin tu ayuda, créeme. – escupí, y lo fulminé con la mirada. – No le vas a decir ni una palabra de esto. – amenacé. – O te mataré. De hecho, anoche nunca ocurrió, ¿me estás escuchando? – inquirí y a pesar de que hablaba con toda seriedad, Kol sonreía ampliamente.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora