65. La Hermandad de los Cinco

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Cuando abrí mis ojos a la mañana siguiente, estaba sola en la cama de Stefan. Me incorporé y bostecé mientras me percataba de que el reloj de pared anunciaba las diez de la mañana. Realmente me había desconectado y no podía recordar cuando había sido la última vez que había logrado dormir una noche completa y tan bien. Al levantarme de la cama me sentí vigorizada.

Aun cuando la noche anterior se reprodujo brevemente en mi mente. Sacudí la cabeza, convenciéndome a mí misma de que era algo bueno. Después de todo, yo misma le había pedido a Damon que me dejara ir. Pero no podía evitar sentir un vacío en el estómago... y entonces comprendí que era miedo a perderlo por completo. Sí, amaba a Klaus y era con él con quien quería estar. Pero eso no significaba que quisiera a Damon fuera de mi vida. Damon era importante para mí y al menos deseaba conservar su amistad... como una vez había sido. Pero el miedo que sentía en el fondo del pecho, era miedo a que Damon no fuese capaz de mantener una amistad y entonces me apartara por completo de su vida.

Suspiré y sacudí la cabeza una vez más. No tenía caso pensar en aquello en aquel momento. Simplemente tendría que esperar y dejar que las cosas se desenvolvieran. Me coloqué de pie y me encontraba estirándome, cuando la puerta de la habitación se abrió, dándole paso a Stefan... que traía una bandeja en las manos.

- Buenos días. – sonrió, dejando la puerta abierta y adentrándose en la habitación. – Pensé que sería agradable compartir el desayuno. – anunció mientras depositaba la bandeja en la cama y palmeaba la misma, invitándome a tomar asiento.

- Si sólo estás haciendo esto porque crees que lo necesito por lo de anoche... - me disponía a decir que no era necesario, cuando Stefan me interrumpió.

- Probablemente yo lo necesito más que tú, para ser honestos. – hizo una mueca. – Así que, siéntate. Comamos. – exigió, pero realmente sonó como una petición.

- ¿A qué te refieres? – inquirí, finalmente tomando asiento y agarrando una de las tazas de café que habían en la bandeja.

- Damon acaba de irse con Elena en un viaje a la Universidad de Whitmore. – fruncí el ceño de forma casi agresiva, por lo que Stefan se apresuró a explicarse mejor, antes de que tuviera que preguntar. – Bonnie fue invitada por el profesor que ahora imparte la clase que era de su abuela y... están aprovechando el viaje para enseñarle a Elena como alimentarse. – todo lo que acababa de salir de la boca de Stefan sonaba como un lamento.

- ¿Y no podía aprender a alimentarse en Mystic Falls? – inquirí, punzante.

- No lo sé. – Stefan se encogió de hombros. – Ha estado bebiendo de Matt, porque es lo único que logra retener. – explicó. – Pero al parecer anoche casi lo mata y... Damon tuvo esta idea y... no lo sé. – lucía exasperado.

- Hey... ¿estás bien? – inquirí, tras darle un sorbo al café.

- Sí, no lo sé. – Stefan rió con tristeza y negó con la cabeza. – Es sólo que desde que se convirtió... parece que Elena se entiende mejor con Damon que conmigo. – volvió a encogerse de hombros. Tragué grueso. – Y por algún motivo no puede beber de bolsas de sangre y yo... no puedo enseñarle a alimentarse. Simplemente no puedo, es un riesgo muy grande.

- Lo sé. – le dediqué un asentimiento y acaricié su mano con dulzura. – Lo siento, Stef. – agregué porque realmente no sabía que más decirle. – Apesta.

Stefan no respondió, simplemente se limitó a ponerle mermelada a una tostada y a tendérmela, para luego preparar una para él.

- Entonces... - retomó la conversación, al tenderme la segunda tostada. - ¿Qué son los Cinco?

Lo miré sagaz, directamente a los ojos. Stefan sonrió entre tímido y divertido... sabía que no podía ser simplemente un desayuno.

- No lo sé. – me encogí de hombros y lo fulminé con la mirada, en parte bromeando un poco. – Me pregunto exactamente lo mismo. Klaus lució bastante sorprendido.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora