- ¡Nik! - grité una vez lo alcancé cerca de la plaza. A pesar de que corría, las zancadas que él daba eran tan grandes que me costó trabajo alcanzarlo. Tenía el rostro lleno de lágrimas y temblaba de pies a cabeza. - ¡Nik, por favor, para! - volví a gritar, y por suerte sólo habían un par de chicos alrededor. Era una noche fría, helada, de hecho. - ¡Niklaus! - continué gritando, mientras intentaba alcanzarlo pero él huía de mí como alma llevada por el diablo. - ¡DIOS, POR FAVOR, SÓLO ESCÚCHAME, POR FAVOR! - grité desgarradoramente, desde lo más profundo de mi ser.
Para mi sorpresa, se detuvo en seco y se volvió sobre sus propios talones para enfrentarme. Sentí lo último que me quedaba de alma hacerse polvo... cuando vi que gruesas lágrimas brotaban de sus ojos, una y otra vez... sin detenerse.
- ¿Qué vas a decir? - inquirió, con la voz quebrada por completo. Sonaba ronco y alterado. - ¿Qué es mentira? - entonces se acercó a grandes zancadas a mí hasta que estuvimos cara a cara. Sus ojos estaban abiertos como platos y me di cuenta de que ahora estaba furioso. Era cincuenta por ciento ira y cincuenta por ciento dolor. - ¡¿QUÉ LO LAMENTAS?! - gritó entonces acercándose más a mí, y retrocedí asustada. - ¡¿QUÉ NO QUERÍAS HACERLO?! - continuó gritando mientras yo lloraba desesperada y retrocedía ante sus gritos. - ¿Qué podrías decir para arreglar esto? - soltó entonces, volviendo a la voz ronca y sin vida para acto seguido mirarme a los ojos y comenzar a llorar como un niño de cinco años. Me sentí horrible, me sentí asquerosa. Me sentí como la peor persona del mundo.
- Nik... lo... lo siento. - balbuceé como pude y él asintió mientras secaba sus lágrimas con su mano. - No estaba pensando, lo lamento tanto. - rogué. - Te amo, sólo... por favor... - pedí, pero él volvió a acercarse a mí repentinamente.
- ¿Me amas? - inquirió, enfado mientras aún lloraba, y yo asentí ligeramente aunque sabía que era estúpido. - ¡¿ME AMAS?! - comenzó a gritar de la misma manera enloquecida. - ¡TE TIRASTE A MI HERMANO! - gritó, fuera de mí mismo y le asestó un puñetazo a un farol, provocando que éste cayera estrepitosamente al suelo.
- Nik, por favor... - comencé a rogar, pero se volvió furibundo y me fulminó con la mirada, provocándome escalofríos.
- ¡No quiero escucharte! - escupió, con el odio a flor de piel. - ¡No quiero hablarte! ¡No quiero verte! ¡NUNCA MÁS! - gritó, repentinamente como si estuviera perdiendo el juicio. - ¡ME DAS ASCO! - continuó despotricando contra mí, y cada palabra dolía más que la anterior. Repentinamente se detuvo y giró un par de veces sobre su propio eje, y después se volvió hacía mí una vez más y con un dedo alzado dijo: - Si sabes lo que te conviene, te recomiendo que desaparezcas de mi vista, para siempre. - dijo, en un tono más controlado pero aún podía escuchar su voz temblar y noté que le estaba costando muchísimo hacerlo. - Te quiero fuera de la casa, mañana. Vete del pueblo. Desaparece, desvanécete. - escupió, con la cólera recorriéndole todo el cuerpo. - No me importa. Antes de que cambie de opinión, y haga algo drástico. - amenazó y yo cerré los ojos con fuerza
- Mátame. - pedí, volviendo a abrir los ojos para mirarlo a la cara. - Sólo mátame de una vez, y ahórrate todo el trabajo. No voy a oponerme. - le dejé saber, encogiéndome de hombros.
- Vete, Alexandra. Y nunca vuelvas. - dijo a manera de ultimátum, pero yo di un paso adelante, hasta que quedamos cara a cara.
- ¡SÓLO MÁTAME DE UNA VEZ! - supliqué, con el rostro empapado. - ¡MÁTAME PARA NO TENER QUE VER ESTO! ¡MÁTAME PORQUE NO PUEDO SOPORTAR QUE ME TRATES ASÍ! - continué, mientras él retrocedía con mirada amenazante. - ¡MÁTAME, VAMOS! ¡ME ESTARÍAS HACIENDO UN FAVOR! - entonces ladeó la cabeza, a punto de explotar. - ¡¡¡MÁTAME!!! - grité finalmente.
La respuesta que obtuve fue un grito gutural por parte de Nik, quien acto seguido me sujetó del cuello y me alzó... hasta que mis pies no tocaban el suelo. Me estaba ahorcando, y apenas podía respirar. Utilicé mis dos manos para librarme de su mano enroscada alrededor de mi cuello, pero fue imposible. Estaba bastante segura de que mi piel comenzaba a tornarse morada, porque apenas me quedaba aire. Iba a matarme. Iba a morir en manos del amor de mi vida. Que poético.
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Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic Falls
RandomDos meses después de que Alexandra dejó Mystic Falls en busca de su mejor amigo, regresa para descubrir que las cosas no siguen exactamente igual a como estaban cuando abandonó el pueblo... Nuevos enemigos y viejos aliados, nuevas relaciones y batal...