A velocidad vampírica me aproximé, solo para confirmar lo que mis ojos habían visto. Elena gritaba en el interior del auto mientras intentaba despertar a Stefan porque, al parecer el plan había funcionado y tenía verbena en su interior.
- ¡Las puertas no abren! – me espetó Ric, mientras intentaba romper uno de los vidrios.
Angustiada e incrédula de que con la fuerza que golpeaba el cristal éste no se hubiera venido abajo, le di un codazo al vidrio. Pero éste no se quebró y cayó en pedacitos como debía hacerlo...no; simplemente continuó intacto... inmutable. E instantáneamente comprendí que no era normal, y que ese incendio no había sido un accidente. Volví a golpear el vidrio, más fuerte... y lo único que conseguí fue lastimarme. Era como si estuviera protegido por algún tipo de magia, que no permitía lacerarlo...
Magia. Eso era. Había brujería involucrada en aquello.
Por un momento mis ojos y los de Elena se conectaron. La chica estaba desesperada, a punto de llorar. Asentí, dándole a entender que todo iba a estar bien... y ella se las manejó para sonreír, mientras cubría a Stefan con sus brazos. Y hasta entonces, no me había dado cuenta de cuánto confiaba Elena en mí. Cierta ternura se aglomeró en mi pecho y deseé poder abrazarla y protegerla del fuego; a ella y a Stefan. Elena me importaba. Esa era la razón por la que no le había arrancado la cabeza, a pesar de que sabía que Damon la amaba. Porque había aprendido a querer a aquella pobre chica.
Actuando tan rápido como podía, corrí hacía la parte trasera del auto... para intentar abrir la cajuela. Pero tan pronto como coloqué mis manos en la carrocería del auto, abruptamente, las aparté... porque me había quemado. No porque la carrocería estuviera caliente debido al fuego, no. Había sido algo parecido a la verbena... pero peor. Solté un alarido, para después observar mis manos en carne viva. Miré a Ric, y me fijé en que éste mi miraba con el ceño fruncido. Entonces suspiré, y soportando todo aquel dolor... tomé la puerta de la cajuela, y la arranqué en su totalidad.
Por supuesto, me había herido las manos por completo, pero había funcionado.
- ¡Vamos, vamos! – urgí a Elena, mientras intentaba salir del auto.
- ¡Alexa, no puedo! – gritó, mientras luchaba con el aire. - ¡Algo me retiene!
Fruncí el ceño. La camioneta estaba vacía. La sujeté por una mano, y de un tirón la saqué de la camioneta. Pero Elena tenía razón, porque algo o alguien, me había puesto resistencia.
- ¡Retrocedan! – les grité entonces, mientras retrocedía, evitando hacer contacto con el fuego, o sería yo la que terminaría muerta.
- ¡Pero, Stefan...! – comenzó Elena, a quien Ric intentaba llevarse consigo.
- ¡Yo me encargo! – le grité y la miré con severidad. - ¡RETROCEDAN! ¡Antes de que esto explote!
Por el rabillo del ojo miré como se alejaban, al tiempo que intentaba sujetar la mano de Stefan... pero no lo conseguía. Me vi obligada a entrar a la camioneta en llamas, para tomar a Stefan entre mis brazos y por poco fallidamente salir de la camioneta. Una vez tuve ambos pies en el suelo, pegué a Stefan a mi cuerpo y comencé a correr, no muy rápido gracias al peso de su cuerpo.
Pero no conseguí dar diez pasos... cuando la camioneta explotó, con un gran estruendo. Caí de bruces al suelo junto con Stefan, golpeándome la mejilla fuertemente contra el pavimento. Levanté la cabeza y conseguí ver a Elena y a Ric a una distancia lo suficientemente segura. Habían salido prácticamente ilesos de la explosión.
En ese preciso instante, Stefan que estaba tendido a mi lado, gimió. La verbena comenzaba a abandonar su sistema, y ya estaba recobrando los sentidos.
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Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic Falls
AléatoireDos meses después de que Alexandra dejó Mystic Falls en busca de su mejor amigo, regresa para descubrir que las cosas no siguen exactamente igual a como estaban cuando abandonó el pueblo... Nuevos enemigos y viejos aliados, nuevas relaciones y batal...