23. Destripador

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Me levanté instantáneamente, pues no me agradaba en lo absoluto estar en el suelo; no mientras Rebekah, Klaus e incluso Stefan estuvieran alrededor.

- ¿Qué? – pregunté, cuando tras varios minutos Klaus seguía mirándome a la espera de algo y Rebekah, impaciente agitaba el brazo de su hermano.

- Nada. – negó con la cabeza, sin perder la sonrisa. – Sólo estoy esperando a que me digas porque Katerina se llevó el collar, y a donde. – entonces, volvió a mirarme de la misma manera.

- No tengo idea. – dije, mientras ayudaba a Elena a incorporarse. – Pero puedo decirte que si se lo llevó... deben necesitarlo demasiado. – entonces miré a Klaus, pero su rostro era imposible de leer.

- Vamos, Alexandra. – instó Klaus. – Estamos hablando de tu hermana, no esperas que crea que no sabes absolutamente nada ¿o sí? – inquirió.

- Mejor que lo creas, porque no lo hago. – le contesté a secas y volví a mirarlo.

- ¡Malditas doppelgangers! ¡Todo lo que hacen es mentir! – gritó Rebekah y comenzó a caminar en mi dirección, pero Klaus se limitó a agarrarla por el brazo y la obligó a retroceder. La chica lo miró incrédula, y su hermano se limitó a verla en silencio, sin decir nada... entonces Rebekah bufó. – Increíble. ¡Están mintiendo, Nik! ¡Tienen que saber algo!

- Cállate. – le espeté. – No sé nada, y si lo supiera... no te lo diría. – mofé.

- ¡Nik! – exclamó entonces la rubia, tras mirarme furibundamente. Ahora miraba a su hermano, en espera de que hiciera algo; al tiempo que éste me miraba a mí, en busca de algún atisbo de mentira. Yo me limité a mirarlo directamente a los ojos, sin flaquear. - ¡Hazla hablar! – chilló al ver que su hermano la ignoraba.

- Basta, Rebekah. – le dijo su hermano y se sacudió para evitar que la rubia siguiera halándole la camisa con insistencia. – Ya ha dicho que no sabe nada.

Entonces Rebekah lo miró incrédula, y bufó.

- ¿Cómo sabes que no miente? – inquirió, desconfiada.

- ¡Porque lo sé, Rebekah! – exclamó entonces Klaus y se volvió hacia su hermana, bastante molesto. – Ahora... basta. – gruñó.

Fruncí el ceño ante la actitud de Klaus. Era cierto, no mentía... porque realmente no sabía ni porque Katherine se había llevado el collar, ni en donde estaba; lo único que sabía era que estaba con Damon. Eso era todo. Pero si les decía eso, admitía estar sola... y no podía hacer eso.

- Bueno, eso es una lástima. – dijo Klaus, después de que Rebekah se alejara de él haciendo un puchero. – Si tuviéramos ese collar, las cosas serían mucho más sencillas para su bruja. – entonces sonrió con malicia. – Pero como estamos haciendo esto de la manera difícil... pongámosle temporizador ¿Les parece? – dijo mientras caminaba hacia el fondo del gimnasio.

Todos lo mirábamos con el rostro fruncido, incluso Rebekah. ¿Ponerle temporizador? ¿A qué? ¿De que hablaba?

Caminó hasta una pared, en donde se encontraban los controladores de la pizarra del gimnasio, y después de que presionará algunos botones, la pizarra se encendió. Los grandes, y brillantes números de color rojo, marcaron veinte minutos y segundo a segundo, comenzó a descender.

- Veinte minutos. – anunció Klaus y comenzó a caminar hacia Stefan. – Si Bonnie no ha encontrado una solución hasta entonces... - Klaus se detuvo frente a Stefan y lo miró a los ojos. – Quiero que te vuelvas a alimentar. – dijo sin usar la compulsión, porque ya lo había obligado a hacer todo lo que él dijera. – Solo que esta vez... quiero que te alimentes de Elena. – entonces se volvió y miró a Elena. – Sabes que lo deseas.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora