Seguimos caminando por al menos una hora y media, en tal cual Damon y yo no habíamos intercambiado ni una palabra; lo único que habíamos intercambiado eran miradas odiosas, recelosas e incluso... un poco infantiles.
Poco a poco el sol había caído y no faltaban más de dos horas para que quedáramos sumergidos en la oscuridad del bosque. De repente el silencio fue interrumpido por Alaric, quien acababa de tomar un sorbo de su botella de agua, y volvía a montar la ballesta sobre su hombro.
- Nos queda cerca de una milla. – entonces miró a Elena de reojo.
- El sol está a punto de esconderse. – dijo Damon en un tono un tanto irónico.
- No estamos ciegos, Damon. – le dirigí la palabra por primera vez y mi voz sonó un poco extraña, efecto de haber pasado cerca de una hora en total y completo silencio.
- Solo estoy diciendo. – se encogió de hombros y sonrió socarronamente.
- La luna no llega a su ápice hasta dentro de un rato. Aún tenemos tiempo. – comentó Elena, mientras respiraba entrecortadamente.
- Con suerte... será suficiente. – comenté.
Caminamos tan solo un par de pasos más cuando de repente, un sonido de ramitas crujiendo llegó a mis oídos. Volteé a mirar a Damon y noté que él también lo había oído, y al parecer también lo habían hecho Elena y Alaric, pues ambos se detuvieron y comenzaron a mirar a su alrededor.
- ¿Todos escucharon eso, cierto? – preguntó Elena, mientras sus ojos se abrían poco a poco, más y más. – Ahí. – entonces apuntó a un matorral, a mis espaldas. Velozmente me volví y lo que vi me dejó un poco confusa.
Un hombre de estatura promedio, salió del matorral, arrastrando los pies y renqueando. Además, sus ropas estaban todas desgarradas, sucias, y por su rostro corría sangre... sangre fresca, que venía... de sus... ojos. Sus ojos estaban bañados en sangre y venían a la nada. Inclusive su barba estaba llena de coágulos de sangre. Era completa y absolutamente desagradable.
- ¡Quédate donde estas! – espetó Alaric, mientras lo apuntaba con la ballesta, pero el hombre ni siquiera parecía haber notado nuestra presencia.
Por un minuto, dude sobre la existencia de zombis en el mundo. Quiero decir, con vampiros, hombres lobos y brujas... una especie más, una especie menos, no haría la diferencia. El hombre continuaba mirando a la nada, pero cuando dio un paso hacia adelante, quedando a menos de tres metros de distancia de mí, levantó la cabeza y sus ojos se centraron en mí. La mirada en sus ojos me produjo escalofríos. Entonces tomó una bocanada de aire, como si esperara encontrar algo, y sus ojos se abrieron como platos.
- Vampiro. – dijo en un susurro casi ininteligible y al segundo siguiente se abalanzó sobre mí.
Caí de espaldas al suelo y cuando volví a abrir los ojos, la boca de lo que fuera que fuese aquella cosa, se encontraba a centímetros de mi cuello. Lo sujeté del cuello e intenté apartarlo... pero fue inútil. Era demasiado fuerte.
Como pude y mientras intentaba mantenerlo lo suficientemente alejado de mi carne, le di un puñetazo en la cara, lo que provocó que saliera despedido hacia atrás, mientras la algarabía que había a mi alrededor, llegaba a mis oídos con más claridad.
Enseguida me puse en pie, sentí unas manos en mi cintura... halándome. Me volví, para descubrir que eran las de Damon. Pero tan pronto como Damon intentó ocultarme a sus espaldas, el hombro se levantó y volvió a arremeter contra mí. Esta vez, empujándome contra un árbol, dejándome entre la espada y la pared... literalmente.
Intenté con todas mis fuerzas, alejarlo de mi; mientras pequeños gemidos de desespero salían de mi pecho. Escuché a Elena gritar, y vi como Alaric atravesó el brazo del hombre con una flecha... pero éste al parecer ni se había percatado y seguía intentando morderme.
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Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic Falls
CasualeDos meses después de que Alexandra dejó Mystic Falls en busca de su mejor amigo, regresa para descubrir que las cosas no siguen exactamente igual a como estaban cuando abandonó el pueblo... Nuevos enemigos y viejos aliados, nuevas relaciones y batal...