108.2.- HARRY POTTER (JAMES POTTER)

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Meredith estaba en la Sala Común leyendo un libro cuando un par de carcajadas la devolvieron a la realidad. Al mirar hacia la entrada encontró a James riendo con una chica que se agarraba a su brazo cual koala. Sintió como su estómago se revolvía y el odio la llenaba, la hoja de mandragora que aún llevaba en la boca de repente sabía a ácido. Era muy consciente de lo que significaba: celos.

Se ocultó de nuevo tras el libro para que ninguno de los dos la viera, pero en vez de leer prestó atención a la conversación.

—¿Qué vas a hacer el sábado? —preguntó la chica.

—Ir a Hogsmade.

—Podríamos ir juntos a las Tres Escobas y tomarnos unas cervezas de mantequilla.

—Lo siento, pero ya he quedado con mis amigos —se disculpó él, aunque Meredith no escuchó lástima en su voz, más bien agobio. Levantó la vista unos milímetros para mirar sobre el libro y vio a James intentando liberarse de los brazos de la chica y mirar a su alrededor en busca de ayuda.

—Venga, te podrás librar de ellos un rato —insitió ella con terquedad. Y entonces el de gafas vio a Meredith, que aún les observaba sobre el libro. La joven, dándose cuenta de que la habían pillado, se ocultó de nuevo.

—En realidad no, ya le prometí a Greendale que la ayudaría con unos trabajos —añadió James acercándose al sillón que ella ocupaba—. ¿Verdad, Greendale? —Meredith apartó el libro y le miró entre nerviosa y furiosa por unos segundos, pero luego se giró hacia la chica con una falsa sonrisa.

—Así es, Potter va a ayudarme con un trabajo de Transformaciones —la chica la miró fijamente un momento, como si aún no diera la batalla por perdida, pero luego puso una mueca y se fue.

En cuanto desapareció de su vista, Meredith se levantó y golpeó a James con el libro, por lo que él se quejó.

—Eres un idiota. Si no quieres quedar con alguien le dices la verdad o te inventas una excusa que no involucre a otras personas. Yo no quiero formar parte de tus mentiras —le regañó.

—Ya formas parte, cariño —se burló, ganándose así otro golpe.

—Eres imposible —se quejó ella subiendo las escaleras a su habitación hecha una furia. James en cambio, se quedó en la Sala Común sonriendo como un estúpido.

—¿Estáis listos? —preguntó Sirius con su frasco en la mano.

Efectivamente, justo una semana después de la luna llena había empezado una gran tormenta eléctrica. Los tres Merodeadores y Meredith habían seguido las indicaciones paso a paso hasta encontrarse en aquel momento: unos frente a otros, cada uno con un frasco de poción color sangre.

El primero en beberse la poción fue Sirius, para después recitar el hechizo. Todos los demás le observaron detenidamente. Tras unos segundos de completo silencio, el pelinegro chilló de dolor.

—¡Concéntrate en la imagen del animal! —Exclamó la chica preocupada, durante ese mes había acabado cogiéndoles cariño a los Merodeadores.

De un momento a otro, donde antes había estado Sirius, ahora se encontraba un gran perro negro de ojos grises. Meredith sonrió, sin duda alguna, ese era el animal que más cuadraba con el chico.

—Te toca, Greendale —la apremió James.

Habían acordado probar sus pociones por orden según estaban situados en el circulo. Meredith se encontraba junto a Sirius y a su otro lado tenía a James, seguido por Peter.

—Lo sé, Potter, no tienes que recordármelo —replicó la chica antes de destapar su frasco y bebérselo de un trago. El líquido sabía horrible. Recitó el hechizo con dificultad porque la garganta le picaba. Pero pronto se olvidó del sabor cuando todo su cuerpo empezó a doler

—¿Meredith? -dijo James tocándole un hombro preocupado al ver que la chica se encorvaba.

Sin embargo, la joven se encogió aún más mientras la imagen de un animal aparecía con claridad en su cabeza. Se concentró en él y su anatomía empezó a cambiar.

James soltó una carcajada al ver al zorro pelirrojo en el que se había convertido. Con un subidón de adrenalina, James y Peter se bebieron sus pociones a la vez. El primero se transformó en un ciervo y el segundo en una rata.

Cuando volvieron a su forma humana, la chica empezó a reírse.

—¡Por Godric! Sois exactamente como os imaginaba —exclamó divertida.

—¿Porqué? —preguntó Peter confundido.

—Sirius es un perro, de por si ya es algo pulgoso de humano —el ojiazul se echó a reír, sabía que lo decía en broma—. Peter tiene el mismo pelo —añadió despeinándole, el chico intentó arreglarse con las mejillas sonrojadas—. Y luego está Potter... -terminó dedicándole una mirada burlona. El chico se acercó a ella con una sonrisa, intentando incomodarla.

—¿Qué pasa conmigo, Greendale?

—Ya traes los cuernos puestos, Potter. Y todos aquí sabemos que a los ciervos están mal de la cabeza.

—Vas a arrepentirte de esto —aseguró sin ocultar su sonrisa, mas Meredith no se preocupó.

—No tengo nada de lo que arrepentirme, solo he dicho la verdad —Sirius, que se había mantenido callado durante la discusión, estalló en carcajadas.

—Te han quemado, amigo —se burló abrazándole por los hombros.

—Bueno, es muy tarde, deberíamos regresar a las habitaciones —habló Peter con nerviosismo, no quería que les pillara algún profesor.

—Estoy de acuerdo —añadió ella.


Meredith estaba en la torre de Astronomía disfrutando de una noche estrellada cuando escuchó un ruido. Se giró, pero no había nadie.

—James, sé que eres tú —dijo en voz alta.

—Vaya —se quejó el Merodeador saliendo de su capa de invisibilidad—. ¿Qué haces aquí arriba? —preguntó sentándose junto a la chica.

—Pensar —respondió ella simplemente.

Cerró los ojos un momento, disfrutando de la suave brisa que corría allí arriba, sin darse cuenta de que James la observaba en silencio.

—Greendale, eres todo un caso.

—¿Puedes dejar de llamarme por mi apellido? —se quejó ella abriendo los ojos, pero manteniendo su rostro hacia las estrellas—. Solo me llaman Greendale cuando van a regañarme. A parte de tí claro —James sonrió sin dejar de mirarla—. ¿Porqué dices que soy todo un caso? —añadió apartándose un mechón que la brisa le había pegado a los labios.

—Tú solita descubriste el secreto de Remus y aún así no te das cuenta.

—¿Darme cuenta de que? —preguntó ahora sí con curiosidad. El chico desvió la mirada hacia el Bosque Prohibido.

—De que he cambiado —Meredith soltó una falsa carcajada, como queriendo decir que no se lo creía—. Sigo siendo el mismo idiota respecto a las bromas, me refiero a mis sentimientos.

La chica empezó a sospechar de qué estaba hablando y sintió como su corazón se inchaba de emoción, pero dejó que siguiera hablando.

—Durante el verano mi padre me contó algo sobre mi familia. Los Potter tenemos una "maldición". Todos los hombres de la familia acabamos enamorados de pelirrojas. Me pasé el resto de las vacaciones dándole vueltas a esto, pero cuando llegué el 1 de Septiembre y te vi con Lily Evans, me di cuenta de algo. Si la maldición nos hace enamorarnos de pelirrojas, ¿Porqué mis ojos se iban hacia tí en vez de a Lily? Y luego, cuando conseguimos la animagia y te transformaste en zorro, me reí del destino. Había encontrado a mi pelirroja —Meredith sonrió como una tonta.

—Puedes ser muy romántico cuando quieres —se burló, y cuando James le devolvió la sonrisa, le besó sin pensárselo dos veces.

Y ese sería el primero de muchos besos.

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