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Hoy era viernes, lo que significa viernes de Dangos así que salí de casa y me dirigí al local donde los venden, al entrar me senté en la mesa de siempre, pedí mi comida y mientras leo un libro de medicina comí mis deliciosos Dangos. Aparté la mirada del libro y la llevé a los asientos frente a mi.
—Los extraño —murmuré recordando aquellos días en que veníamos los tres a comer.
Al terminar pagué la cuenta y salí del lugar volviendo mi atención a la lectura.
—¿Poliangitis microscópica? —pregunté a mi misma.
—¿Qué estás leyendo? —solté un pequeño grito al oír la voz de Asuma a mi lado.
—¡No me asustes así! —cerré el libro de inmediato—. Creí que estabas con Kurenai.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó sonrojado.
—Te vi entrar a su casa —le sonreí con burla—. ¿Qué hicieron?
—¡Eso no te importa!
—Oh, vamos, ustedes dos... —levanté mis dos cejas repetidas veces—. Ya sabes.
—¡No! Y si lo hiciéramos, tu no debes hacerlo jamás —rodé los ojos—. ¿Escuchaste? Tu nunca lo debes hacer ¡Con nadie!
—Sí, sí, ya entendí —moví mi mano con desinterés—. Tarde o temprano lo haré.
—¡Hana! —me regañó.
—¡Asuma! —dije con una sonrisa—. Vamos, cuando sea mucho mayor y tenga a mis hijos, podrás llamarlos sobrinos o nietos.
—No hagas esa clase de bromitas, mejor cambiemos de tema —pensó un momento—. ¿Cómo va el entrenamiento?
—Naruto parece tener un gran avance y el capitán Yamato me ha ayudado a mejorar mis Jutsus de madera —conté abrazando el libro—. Estamos mejorando.
—Me alegra oír eso —asentí—. ¿Alguna técnica nueva que estés practicando?
—Un par, pero no te diré, primero tengo que mejorarlas —Asuma sacó su caja de cigarrillos y la acercó a su boca—. ¡Deja de fumar!