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Habíamos llegado a la reunión de los Kages, cada uno como era de esperarse llevaba una escolta personal que escuchaba atentos detrás de unas cortinas oscuras.
—Mi nombre es Mifune, seré su intermediario, podemos comenzar —el primero en hablar fue Gaara, quien fue interrumpido por el Tsuchikage.
Ellos discutían sobre el peligro que presenta Akatsuki y sus robos a los Jinchurikis, hasta que Danzō habló provocando que el Raikage golpeara el escritorio, lo cual hizo que cada escolta se colocara frente a su Kage.
Todos tenían sus armas en mano, mientras que yo solo estaba cruzada de brazos, de verdad hubiera querido que golpearan a Danzō.
—Hokage, ¿Por qué ha traído con usted a tres personas? —preguntó el Tsuchikage.
—Tengo mis motivos para traerla —lo miré de mala manera, no soy un maldito objeto.
—Foo, Torune, Hana, retirense —ordenó.
Cada escolta volvió a su lugar. La reunión continúo de lo más normal, o eso creo. Ellos hablaban, gritaban, se enojaban, echaban culpas y así durante un tiempo más, hasta que llegó el momento de elegir a un representante.
—El Kyūbi le pertenece a Konoha, por lo tanto, creo que el Hokage es la opción más lógica —dijo Mifune.
¿Está idiota? Gaara es la mejor opción. Esto no me da buena espina.
Uno de los escoltas de la Mizukage se puso a su lado.
—¡Hokage, le pido que muestre el ojo detrás de esos vendajes! —lo miré confundida al no entender que es lo que pasa. Me puse a su lado con rapidez.
—¿Qué ocurre? —pregunté mirándolo.
—Creo que robó el ojo de Shisui Uchiha para transplantarlo a su cuerpo, ¿No es así? —el corazón me comenzó a latir muy rápido.
Mi mirada fue a Danzō.
—¿El ninja prodigio que junto con Itachi era conocido por su talento para el Genjutsu? —preguntó la única mujer Kage.
