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—Orihime está dormida —dije sentandome al lado de Neji—. Y Naruto también —miré al rubio durmiendo plácidamente.
—Nunca me dijiste que sufriste de ataques de pánico —lo miré de reojo.
—Es algo de lo que no me gusta hablar mucho.
—¿Entonces por qué le dijiste a ella? ¿No me tienes la confianza que le tienes a una desconocida? —tomé su mano y la puse en mis piernas.
—No se lo dije ni siquiera a Naruto, Gai, Kurenai, ni siquiera a Asuma —miré nuestras manos—. Era un secreto entre mi padre y yo, pero por alguna razón se lo dije a ella.
—¿Por qué un secreto? —solté un suspiro y me encogi de hombros.
—No lo sé, pero eso hizo que nos unieramos aun más —Neji miró a otro lado sin hablar.
Solté su mano y me puse sobre sus piernas obligando a que me vea.
—Él dormía conmigo todas las noches para asegurarse de que no tuviera un ataque y lo superara sola. Se preocupaba mucho por mi —abracé a Neji soltando un par de lágrimas por lo que estoy a punto de decirle—. Intenté matarme.
Su cuerpo se tensó en cuanto dije lo último y sus brazos me rodearon con fuerza.
—Antes de que mi padre se diera cuenta de los ataques, Itachi tenía misiones y... nadie estaba conmigo, me sentía sola y yo solo... Traté de... Arrojarme de ese mismo lugar.
—¿Qué lo impidió?
—No podía dejar a mi padre solo, era su única familia con vida. No podía actuar de esa manera tan débil y suicidarme cuando mi padre perdió al suyo de esa manera.
—Intentaste hacer algo tan estúpido.
—Si tú hubieras muerto en la guerra, yo habria dejado que Madara me matara —él tomó mi rostro entre sus manos—. Es por eso que no quería perder a nadie más.
—Fuiste tan tonta en intentar hacer eso —asentí—. Pero comprendo lo que te hizo sentir su muerte.
Junté mi frente con la suya mientras sus pulgares limpian mis lágrimas.
—Te amo —murmuró acercando sus labios—. No vuelvas pensar en esas tonterías.