Capítulo 12

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En el capítulo anterior de El Resurgir de los von Carstein, el día en la Academia Shinobi había terminado y nuestra pareja de vampiros se dirigieron hacia el complejo del clan Uzumaki, solamente teniendo un altercado con Uchiha Sasuke.

Con la noche ya surcando Konoha, un grupo de anbus leales a Hiruzen se infiltraron en el complejo del clan de nuestro protagonista, con el objetivo de capturar a Naruto o Tayuya. Sin embargo, solamente encontraron su muerte a manos de la Guardia de Drakenhof.

P. O. V. Normal

Flash Back (Principios del invierno de 2010 D.S)

Castillo Drakenhof

Ganz siempre había sabido la verdad.

Pero saber y creer eran dos cosas muy diferentes.

Eran animales.

No, eran peores que animales.

Cuando la música cesó, sólo se oyeron los gritos.

Los monstruos saltaban desde las galerías y caían sobre los aterrorizados invitados en un frenesí voraz. Con colmillos y zarpas desgarraban y destrozaban los bonitos vestidos y la carne pálida, haciendo pedazos a las presas.

Alten Ganz apartó la mirada.

En la galería que tenía frente a él, Herman Posner observaba la carnicería con falta de interés, como si ya lo hubiese visto todo con anterioridad, cosa que, comprendió Ganz con un estremecimiento, probamente era verdad. La cara del hombre se había metamorfoseado en el rostro de la bestia: la bestia interior. Posner ya no era un hombre, no más humano que el conde, Isabella o cualquiera de los otros. Los viajes nocturnos, las gruesas cortinas de terciopelo destinadas a proteger de la luz del día, la gracilidad sobrenatural, todo cobraba sentido. Ganz pensó en todos los anocheceres que había pasado sobre las almenas, escuchando cómo von Carstein se lamentaba de la naturaleza transitoria de la vida; pensó en la obsesión del conde por la belleza, incluso en la galería de retratos, los incontables cuadros del conde. Todo esto cobraba sentido.

Posner se dio cuenta de que lo miraba fijamente y, con los dientes desnudos, le dedico una peligrosa sonrisa.

Ganz apartó los ojos.

La gente moría por todas partes en torno a él. No había ningún sitio al que pudiera mirar sin ver un acto de brutalidad. La muerte, esta muerte que ofrecían los vampiros de von Carstein, no era agradable. Era sangrienta y miserable. No quedaría nada para enterrar, salvo huesos.

El conde estaba en el centro de la actividad, distanciado de la sed de sangre de sus parientes. A diferencia de los otros, su rostro no había sufrido ninguna grotesca transformación. La condesa, no obstante, se había entregado a la frenética voracidad. Tenía el vestido empapado en la sangre vital de incontables invitados, y continuaba sumida en el asesinato. La carnicería resultaba increíble.

En cuestión de minutos estaban todos muertos.

Sólo entonces se reunió Posner con sus monstruosos congéneres en el terreno de matanza. Avanzó entre los cuerpos sin dedicar un solo pensamiento a quiénes o qué habían sido.

Posner: ¿Ha sucedido todo como habíais soñado que sucedería? Dijo Posner, y su voz resonó de modo extraño en el salón repentinamente silencioso.

Isabella: Y mejor. Replicó Isabella. Se encontraba de rodillas y tenía la cara manchada con la sangre de la aristocracia que acababa de morir.

El Resurgir de los von CarsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora