Capítulo 30

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En el capítulo anterior de El Resurgir de los von Carstein, nuestro protagonistas llegaron al hogar de Tazuna encontrándose por el camino un rastro de la miseria y hambre que asolaba a Nami no Kuni, por esa razón Naruto hizo varios Kage Bunshin con los que repartió la comida que se había llevado de las bóvedas y almacenes del Complejo del clan Uzumaki.

Por otro lado, en Karak-Berngaruhm las cosas no iban bien. Los Salones de las Piedras Rojas habían caído bajo el control de las fuerzas del clan Mors lideradas por Sequeek el Conquistador, que lideraba a sus legiones contra la Muralla de los Diamantes, la siguiente defensa dentro del reino de los enanos.

P. O. V. Normal

Más allá del Continente Elemental, Reino de Shyish, Angalach

Las cosas en Shyish habían cambiado bastante en estos últimos meses. Tras la caída de la mayoría de las Ciudades de Sigmar dentro del Reino de la Muerte los Anvils of Heldenhammer se encontraban muy desgastados. Esta Huestormenta encargada de la defensa de los dominios de Sigmar dentro de las tierras del Gran Nigromante estaba en una lucha desesperada contra las legiones de Nagash para no solo mantener los restos de las tierras que dominaron, sino que, además con el objetivo de erradicar a toda raza de los muertos y reconquistar el territorio perdido.

No obstante, el actual Lord-Arcanum y líder de los Anvils of Heldenhammer, Balthas Arum se encontraba observando cómo sus huestes se estaban reconstruyendo y reuniendo tras la una larga y carnicera batalla contra las fuerzas del Mortarca de la Necrópolis. Ante eso, Balthas le comunicó a Sigmar la noticia de la perdida de la mayoría de las ciudades libres y Huestormentas complementarias a los Anvils of Heldenhammer en todo Shyish.

Cuando el señor del Reino de Azyr estuvo enterado de la situación, montó en colera. ¿Cómo osaban un conjunto de huesos desafiarlo a él, al Dios que había conseguido superar a todos las demás deidades y enviarlas a un reducto de su glorioso poder?

Cuando el Dios-Rey se calmó y pudo idear un plan para detener la sangría que ocurría en el Reino de la Muerte, envió a decenas de miles de sus Stormcast Eternals de diferentes Huestormentas para apoyar a sus guerreros desgastados por los continuos derramamientos de sangre inhumanos, además de enviar el ejército de su Campeón.

El Paladín de Sigmar era un guerrero y líder nato, conductor de hombres y la persona ideal para acabar con los peligros más amenazantes que den dudas del sustento del poder actual del gobernante de Azyr. Al parecer, este poderoso humano en vida fue un hombre del Mundo que fue, siendo en esos tiempos un gobernante de un poderoso Imperio.

Los rumores decían que era Karl Franz, el último Emperador de la creación de su señor y que el propio Sigmar reencarnó en su persona cuando su Imperio estaba en una situación delicada ante el asalto de las hordas de Archaon el Elegido. Otros contaban que eran Emperadores o señores de la misma creación del Rey del Reino de los Cielos que no quería deshacerse de ellos cuando libraron una lucha hasta el final contra sus enemigos, por lo tanto, les quería recompensar por tal buen servicio a su persona.

Igualmente, que los rumores se eliminasen por un comunicado del mismísimo Sigmar, y la figura de su Paladín fuese más limpia el gobernante de Azyr le envió a él y a su ejército entero a Shyish para detener el avance de la muerte.

Balthas: Llegas muy tarde para ser la estrella de nuestro señor, Paladín. Le comenta el primer Lord-Arcanum de los Anvils of Heldenhammer al Campeón de Sigmar mientras observaba la marcha de los innumerables regimientos de soldados de las distintas ciudades libres repartidas por todos los Reinos Mortales que habían acudido al llamado del Paladín de su Dios. – Puede ser que hayas venido con muchos hombres, pero en contra de la muerte, los números no sirven demasiado. Lo importante es acabar con las cabezas de las diferentes serpientes que comandan los cuerpos -. Le comenta girando sobre sí mismo mientras le mira directamente a la cara. Como su tez blanca resplandecía en la negrura y podredumbre del lugar. Sus ojos eléctricos como dos tormentas poderosas que iluminaban todo a su paso y destruían las tinieblas de su alrededor. La armadura de placas de metal que era una réplica de su antigua armadura durante su reinado como Emperador del Imperio y empuñando una vez más el glorioso martillo de Sigmar, el Ghal Maraz con una fuerza y determinación que nadie recordaba, ni siquiera Celestant-Prime podía imaginar o empuñar. Parecía ser que la propia arma había designado a esa vieja reliquia del antaño Imperio forjado por Heldenhammer como su portador. – Nuestras fuerzas acabaran siendo inútiles con el tiempo. Tenemos que acabar con rapidez con los cabecillas de esta cruenta guerra, los Mortarcas, antes de que puedan completar su oscuro plan. Y espero que vos, Karl Franz, último Emperador del Imperio de la Humanidad y, ahora Paladín de Sigmar nos pueda ayudar en nuestra ardua labor. Esta guerra solo acaba de empezar, y nos han dejado en una situación muy difícil de la que resurgir como un fénix con una furia que consumirá a todos sus enemigos en sus llamas si no te das cuenta -. Le dice con sus ojos estrechándose dentro de su máscara y desprendiendo parte de su poder con una furia que le consumía el corazón. La semana pasada había perdido a mil quinientos hombres en batalla, y hacía dos días a otros quinientos. La incapacidad de detener el avance de Katakros, Mortarca de la Necrópolis, y Arkhan el Negro, Mortarca del Sacramento, por su propia cuenta le destruía su orgullo y observaba con rabia como iba siendo supeditado a un segundo puesto en la escala militar de Shyish con la llegada del Campeón de su señor.

El Resurgir de los von CarsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora