El Resurgir de los von Carstein

Capítulo 69

En el capítulo anterior de El Resurgir de los von Carstein, Suki obtenía la lealtad de sus nobles en Hi no Kuni mientras que en Kumogakure no Sato A se preparaba para ir a la capital de Kaminari no Kuni.

P. O. V. Normal

Más allá del Continente Elemental, Reinos Mortales, Ochopartes

La hueste del Señor del Fin de los Tiempos se había lanzado sobre Ochopartes en muchas ocasiones desde que llegaron a sus murallas, pero en todas fueron rechazados sufriendo grandes bajas. Aunque la primera fue casi un éxito, tomando varias secciones de murallas, al final los defensores humanos pudieron detener a la marea del Caos y hacerles retroceder.

Desde entonces tribus de bárbaros y siervos de los Poderes Ruinosos cayeron sobre las defensas de los seguidores del Dios-Rey Sigmar, desatando su furia sobre los defensores sin piedad. Por cada torre de asedio que los inútiles enemigos de Archaon destruyeron dos más tomaron su lugar; por cada ariete que cayó por el aceite hirviendo tres más se lanzaron sobre las puertas y muros con la intención de hacerlos trizas; por cada horda que masacraban con el poder de la fe, el acero y la pólvora cinco más marcharon sobre los cadáveres de los que una vez fueron sus compañeros, sin preocuparse de destrozar sus cuerpos sin vida.

La batalla en sí ya estaba ganada, solamente era cuestión de tiempo de que las defensas cedieran y, finalmente, tras tanto tiempo Archaon retomase para sí la fortaleza de Ochopartes, haciendo peligrar todos los Reinos Mortales.

No obstante, la decisión de quedarse y luchar hasta la muerte no había perturbado la mente de los defensores, plantando cara a cada abominación que se les lanzase, incluso resistiendo a la cruel, perversa y tentadora influencia de los demonios, aunque eso último fue gracias a la presencia de los Sacerdotes de Sigmar, que infundieron valor en sus maltratados corazones revistiéndolos de fe y resolución de luchar.

Eso poco a poco iba acabando con la paciencia del Gran Elegido del Caos que, después de varios días de que la primera sección de murallas aguantase a sus sirvientes, ordenó el avance de una poderosa hueste de guerreros del Caos, que se abalanzaron sobre las murallas una vez más, mientras dirigía personalmente el ataque a las puertas de Ochopartes.

Antes de ese ataque, el día anterior, el propio Elegido se acercó a las murallas montado en su poderosa y monstruosa montura, decidido a ser benevolentes con los defensores por última vez.

Archaon: Habéis luchado con gran valor y resistencia, eso lo tengo que reconocer, pero es en vano. Estáis solos. Ni vuestro Paladín de Sigmar ni el mismísimo Sigmar está aquí para defenderos de vuestro destino si queréis seguir con este juego. No podéis derrotarme, pues soy inevitable. Soy Archaon, el Elegido, el Señor del Fin de los Tiempos, el Favorito de los Poderes Ruinosos, el que destruyó el Mundo que Fue. Soy el apocalipsis encarnado. He destruido mundos y civilizaciones antes de llegar a los Reinos Mortales. Dijo Archaon proyectando su presencia y voz por toda Ochopartes gracias al Ojo de Sheerian, asustando a las almas más débiles y causando heridas en la cohesión de la guarnición. Eso consiguió sacar una sonrisa al Elegido, que no se pudo ver gracias a su yelmo que portaba la Corona de la Dominación. – Vuestro Dios tuvo problemas al enfrentarse a mí y tuvo que recurrir a otros dioses para detenerme, entonces, ¿qué podéis hacer unos meros mortales?

Las miradas de los defensores apostados en las murallas y parapetos se cruzaron entre sí, con el claro sentimiento del miedo recorriendo sus cuerpos. Su valor comenzaba a desaparecer para ser remplazado por el primitivo deseo de supervivencia.

Cuando parecía que las murallas comenzarían a ser despobladas de soldados que dejaban sus puestos para salvar sus vidas durante unos minutos o horas, Otto Wieters, Mariscal de Ochopartes, desenvainó su espada y rebanó la cabeza de uno de los hombres que tenía cerca, luego lanzó una mirada desafiante al Gran Mariscal del Apocalipsis.