"Te necesito"

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—Ya, ya, ya lo sé. Perdóname. Pero te juro que no es tu culpa —aseguró apenado.

—¿Entonces por qué te alejas? Oye, Matt, te deseo más de lo que imaginas, pero el que empezó esta vez fuiste tú. Estaba decidida a respetar tu decisión de ser sólo amigos, pero tú has roto eso. —Me crucé de brazos.

—No, no, no digas eso, Blake, a mi me gusta ser tu amigo. —Su mirada acompañada de esa oración, había hecho pequeño mi corazón.

—Entonces explícate... ¿Sientes algo por mí?, ¿te gusto?

—Blake... -Miró al suelo nuevamente.

—No, dime... merezco una explicación.

—Blake, tú... me gustas mucho... pero... no ...

—Pero sólo para follar —terminé la oración.

—¡No, no! Por eso te dije que no se podia volver a repetir, no quiero que pienses que para mí eres un objeto. Porque no lo eres. —Acarició mi mejilla—. Te suplico que me perdones, no sé qué fue lo que me ocurrió. No pude controlarme, no pude controlar lo mucho que te estaba deseando y el hecho de haber estado solos, facilitó las cosas...

—Sigo sin entender por qué está mal el desearnos si ambos nos gustamos -mencioné sin dejar de mirar sus tristes ojos.

—No soy bueno para ti, Blake... —Negó con la cabeza.

—¿Por qué viniste entonces?

—Porque no quiero que dejemos de ser amigos. Me gusta cuando me cuentas de tu vida, me gusta apoyarte con tus problemas, me gusta que me hagas reír, me gusta cuando nos cagamos en tu ex todo el tiempo, me gusta llevarte al aeropuerto y traerte de regreso, me gusta que me entiendas, aunque eso sea jodidamente difícil para ti. Me gusta estar contigo, Blake —admitió, haciendo que por poco se me escapara una sonrisa—. ¿Podemos seguir siendo amigos?... ¿por favor?

Relajé mi rostro y aparté mi mirada de la suya.

—¿Y no has pensado en ser así de directo siempre? —pregunté con un ligero tono de indignación.

—Sí... pero es complicado para mí hacerlo —respondió—. ¿Entonces...?

—Dame eso... —Le arrebaté de las manos la libreta, haciendo que él sonriera victorioso.

~

—Pues sí... es genial... —dije con la boca llena de papas fritas, después de leer el discurso.

—¿Genial? ¿Genial normal?, ¿o genial... GENIAL? —Hizo énfasis en la última palabra. Estallé en risas.

—Es genial... GENIAL —dije imitando su tono-. ¿Por qué dices que no te convence?

—No sé, nunca he hecho esto. —Se cruzó de brazos y se recostó sobre el sofá, dejando su cabeza sobre mi pierna.

—Él es tu mejor amigo. No debería preocuparte nada. Lo que dice aquí, no es más que lo que sientes.

—Ven conmigo a la boda... —dijo incorporándose rapidísimo.

—¿Qué?

—Ven conmigo a la boda —repitió.

—Matt, no conozco a nadie que vaya a ir a esa boda. Y ni siquiera es como que sea tu pareja. —Rodé los ojos.

—No necesitas conocer a nadie más que a mí. Y... eres mi amiga...

—Paso. No tengo qué ponerme.

—¡Ah, vamos! ¿Con tanta ropa que tienes, me dices que no tienes nada qué ponerte?

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