Haciéndolo de nuevo

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—Bueno, Amy siempre fue buena con nosotras... Me atrevo a hablar por todas, ya que jamás hablé con alguna chica que opinara lo contrario. Siempre nos cuidaba y nos daba consejos para que Blue no se enfadara con nosotras... —Escuché al poner atención nuevamente, de parte de una chica que no estaba presente con anterioridad.

—Sí, en realidad fue lo mismo que hablé con el agente Baker... —dijo la otra chica que se encontraba al lado—. Ella siempre fue buena con nosotras, intentaba protegernos. Blue llegó a lastimarla por dar la cara por nosotras... Yo jamás olvidaré el primer día que llegué... de no haber sido por ella ese infierno habría sido mucho peor... Ella no me dejó sola hasta que pude dejar de llorar... —explicó, con lágrimas en los ojos.

—Conozco el testimonio de chicas como ellas, lo sé, porque yo mismo me dí a la tarea de investigarlo...

—Yo también tengo una persona que ha dado un testimonio de lo contrario, señor Olivera... —atacó el abogado defensor de quinta de ese bastardo.

—De acuerdo... —dijo nuestro abogado defensor —. Señor Cameron... —Se dirigió hacia un tipo de cabeza rapada, piel negra, brazos anchos y una enorme cicatriz que iba desde su ojo izquierdo, hasta su cuello—. Quiere usted relatarme un día común en la vida de su jefe... el señor Byrne.

—Él siempre se levantaba temprano, ehm... —Carraspeó nervioso—. Hacía las cuentas de las ganancias cada mañana y yo lo ayudaba... Amy también estaba presente siempre, porque le interesaba mucho saber... Después de eso bajábamos a desayunar, había una mujer que nos preparaba el desayuno la comida y la cena todos los días. Las chicas siempre una hora antes que nosotros, porque mi jefe no soportaba el ruido, sufre de migraña. Amy nunca hizo ningún trabajo doméstico porque mi jefe nunca se lo permitía. Sólo ayudaba a poner la mesa, sobre todo para el desayuno...

—Espere... ¿lo primero que solían hacer después de contar las ganancias era bajar a desayunar? —cuestionó el abogado.

—Sí... —respondió el tipo.

—Y dice que la señora Sanders siempre estaba presente cuando era el chequeo de ganancias, pero dice que también ayudaba a poner la mesa... ¿El desayuno ya estaba listo cuando ustedes terminaban?

—Ehm... sí...

—¿Hacía ambas cosas al mismo tiempo? —El abogado estaba dando en el clavo y el tipo estaba cada vez más nervioso.

—Ahm, no, no... lo hacía... después... antes de que nosotros bajaramos. —Nadie le había creído aquello.

—Ya... ¿Qué más?

—Después del desayuno él llevaba a su hija al parque... le gustaba mucho jugar con ella. Y cuando no podía llevarla, jugaba con la niña adentro.

—¿Con ella si soportaba el ruido?

—Ahm... sí, digo, tenía qué hacerlo... es su hija...

—¿A qué solían jugar? —preguntó el abogado Olivera.

—Escondidas, a las muñecas, le compraba muchos juguetes...

—¿Usted llegó a compartir tiempo con la niña?

—Ahm... sí... Amy nunca la quiso, así que detestaba tener que cuidarla, entonces cuando su padre estaba ocupado, yo me quedaba con ella.

—Ya que compartió tiempo con la niña, y que su madre todo lo contrario a eso... supongo que usted puede decirme cuál es el color favorito de la menor —Mi rabia comenzaba a transformarse en satisfacción.

—Bueno —dijo con una risita nerviosa—. La niña es muy pequeña, nunca hablaba demasiado.

—Tiene razón, disculpe. ¿Podría decirme el nombre de alguno de sus juguetes?

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