Magnetos

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Cerré mi puerta detrás de mí, pensando en lo que no terminamos, pero que de no haber sido por las circunstancias que se nos presentaron, se habría dado de nuevo. Había ocurrido otra vez, aquello que Matt me juraba a mí y a sí mismo que estaba mal. Seguía sin comprender con exactitud el porqué. Pero comenzaba a creérmelo... después de todo yo no tenía todas sus razones. La única razón con la que contaba era con la de siempre; "sólo somos amigos".

La risita de Annie, me sacó de mis pensamientos de golpe.

—Shh... ¡No te rías! —dije apenada.

—Lo siento... Pero es que enseguida se nota que estás soltera, amiga mía. —Estalló en carcajadas, contagiándome la risa.

—Ya, ya lo sé. Chas ya está en el pasado... —Me encogí de hombros.

—Oye, teniendo amigos como ese chico... yo también ya tendría en el pasado a mi ex desde mucho antes que tú. —Rió.

—Sí, pero es que no tiene mucho que lo conozco.

—¿Ah, no? Pues ya se tienen mucha confianza... Dime, ¿andas con él?

—No, no... sólo somos amigos.

—Vamos, Blake, lo que vi allá afuera no es de amigos. —Se tiró sobre mi sofá.

—Ya lo sé, ¿pero qué quieres que te diga? Eso es lo que somos... —Suspiré.

Matt:

—Me cago en toda la puta... —dije con intenso dolor en los testículos, que apenas si me permitía caminar con normalidad—. A buena hora se le ocurrió al puto portero aparecer, maldita sea...

—¿Algo más que quieras compartir, Matt? —Pegué un salto, al ver a Amy salir de detrás de la barra de mi cocina.

—¡Carajo, Amy! —exclamé con la mano sobre mi pecho.

—¿Dónde estabas?

—¿Otra vez me estabas espiando? —cuestioné.

—No, tuve una pesadilla, me levanté para calentar un poco de agua, creí que estabas en tu cama, hasta que te escuché entrar —explicó.

—Aja... y luego te agazapaste detrás de la barra y espiaste lo que decía para mí mismo, ¿no?

—Ehm... sip.

—¡Entonces sí estabas espiando! —chillé indignado.

—Oye, yo no tengo la culpa de que el loco de mi hermanito hable solo. ¿Por qué tienes la espalda sudada? —preguntó con el ceño fruncido.

—Hace calor... —Me encogí de hombros.

—¿Y por qué caminas con las piernas abiertas? —Rió.

—No te voy a dar detalles acerca de mis zonas genitales.

—Somos hermanos, además lo que más me interesa saber es dónde estabas y con quién. —Sonrió de lado.

—No podía dormir y salí a dar una vuelta. Y con el calor los huevos se me tienden a pegar en la pierna, gracias al sudor —expliqué, con toda la intención de ahuyentar a Amy.

—¡Qué asco! —chilló asqueada.

—Creí que querías saber. —Encogí ambos hombros.

—Me arrepiento totalmente... Y ni siquiera hace tanto calor.

—Pues... yo sí tengo...

—¿No vas a decirme la verdad cierto?

—Nope.

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