¿La historia se repetirá?

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Blake:

Chas se había encargado de deshacerse del cuerpo del doctor Pérez. Tal vez enterrándolo en el bosque, tirando su cuerpo en el lago o tal vez de cualquier otra cruel manera que yo no era capaz de imaginar.

En el maletín del doctor había hallado algunos medicamentos para el dolor y la inflamación, y una gran venda que había ocupado para ajustar la zona fracturada. Eso había ayudado un poco, pero sabía que debia ir a un hospital cuanto antes.

—Has subido de peso —mencionó Chas, mientras me miraba comer de la sopa que yo misma había preparado.

Carajo, no podía enterarse que era porque estaba esperando un bebé. Mi vientre comenzaba a notarse y pronto él se daría cuenta.

—Sólo unos kilos, no es nada... —dije tratando de quitarle importancia.

—Hmm... ¿Sabes qué? Deja eso, no vas a comer más hoy —ordenó.

—Vale... —Dejé la cuchara en el plato y me levanté de la mesa con el mismo en la mano, para ir de regreso a la cocina.

De cualquier forma no me apetecía comer. No me apetecía existir. Pero analizando bien mis comidas los últimos días con Chas, la alimentación no había ido más allá de sopas, huevo, sándwiches y galletas. Considerando que podía pasar horas amarrada sin probar ni un sólo bocado. Esto le haría mucho daño a mi bebé.

Sin pensarlo, demasiado y pensando en el bienestar del humano que se estaba formando dentro de mí, bebí del plato el resto de sopa que había dejado. Abrí la nevera y bebí gran parte del galón de leche que Chas había comprado, para después retacar mi boca con galletas y seguir con la leche, para que así el bocado se pasara más rápido, ya que Chas no tardaría en darse cuenta.

Al hacerlo, supe lo mucho que mi cuerpo necesitaba de ese alimento.

—Hey, hey, ¿qué cojones haces? Te dije que ya no podías comer más hoy —dijo entrando a la cocina.

—Lo siento, es que tengo mucha hambre... —Tomé una manzana y la mordí un par de veces, antes de que él me la quitara.

—¡Vete a la habitación!

Con la boca aún llena, asentí con la cabeza e hice lo que me dijo.

—Das asco cuando comes así, ¿sabías? —Me gritó mientras me alejaba.

~

Recostada en la cama no paraba de llorar, como cada hora desde que llegué aquí.

—Levanta el brazo... —ordenó entrando a la habitación—. Iré a hacer unas compras antes de que se haga más tarde —dijo mientras me esposaba a la cama—. ¿Por qué sigues llorando, cariño? Lo de no dejarte comer lo hago por tu bien. No querrás verte como cerda. —Soltó un suspiro—. No tienes idea de lo feliz que seré cuando estemos lejos de aquí y cuando ese bastardo de Sanders esté más tieso que el doctor Pérez —dijo entre risas.

Apreté los labios para no hablar, sólo para evitarme una paliza más.

—Pórtate bien, cariño. —Dejó un beso en mis labios y se fue.

—Matt... no... —sollocé.

Después de varios minutos llorando, recordé el teléfono del doctor, el cual Chas había apagado y conservado. ¿Pero dónde lo había guardado? Piensa, Blake, piensa.

Mi mirada recorrió toda la habitación hasta que se detuvo en el pantalón de Chas que estaba justo en el sofá cerca de la ventana, a tal vez menos de un metro de mí.

—Claro... —musité.

Estiré mi pie descalzo y con ayuda de mis dedos, tiré de una punta de la prenda, logrando que cayera al suelo, cosa que no fue buena idea, dado a que el teléfono había salido del bolsillo, quedando debajo de la cama.

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