The Edge

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Cuando dejé la taza en la cocina, y terminé de dejar todo lo que Coco podría necesitar a su alcance, tomé una pequeña bolsa negra de mi habitación, donde guardé mi celular, mi cartera, mis llaves, un espejo de mano y un lip gloss. Al salir, Matt y yo bajamos al estacionamiento y subimos a su automóvil, con el que llegamos al lugar más rápido de lo que pensé.

—¿Este es el edificio? —pregunté asombrada al salir del auto.

—Así es —respondió al tiempo que se colocaba unos lentes de sol, que vaya que lo hacían ver atractivo. ¿Habría algo que no se le vea bien a este hombre?—. 345 metros de altura —agregó.

—Dios mío.

—Si estás impresionada ahora, espera a ver el mirador. —Flexionó su brazo derecho y esperó a que yo captara.

Apreté los labios, evitando así, sonreír como estúpida y me sostuve de su fuerte brazo, tal y como él quería que lo hiciera. Y de esta forma, caminamos hasta adentro del enorme edificio.

—Descuida, tenemos boletos VIP —dijo al ver que miraba las largas filas de personas, esperando para pasar a taquillas—. No ocuparemos de hacer ninguna fila.

—¿Quién te dio esos boletos?—pregunté.

—El capitán Cranston.

—¿Eres de sus preferidos o algo por el estilo? —pregunté con una risita.

—Sí, se podría decir que sí. Me conoce desde que empecé a trabajar y siempre le ha gustado que venía más preparado de lo esperado.

—Vaya, entonces sí me conviene ser tu amiga —dije irónica, haciendo que él riera.

—Disculpe, las filas están por allá... —le dijo a Matt el sujeto que custodiaba el elevador.

—Tengo boletos VIP. —Matt sacó los boletos y se los entregó.

—Oh, le pido una disculpa, señor —dijo el hombre, un tanto apenado.

Nos colocó a ambos una cinta en la muñeca, color azul marino, pulsó el botón del elevador y nos permitió subir.

—Si hubiera venido con uniforme de piloto, hasta alfombra roja nos habrían puesto —dijo sarcástico. Solté una carcajada.

—A mí no me importa cómo te vistas. —Matt sonrió discretamente sin volverse a mirarme—. De hecho, pienso que cualquier cosa que te pongas... se te mira muy bien.

Su sonrisa se hizo más grande y sus mejillas se ruborizaron. Sí, definitivamente sonrojarlo se estaba convirtiendo en uno de mis pasatiempos favoritos.

—Creí que habíamos quedado en algo —dijo volviéndose hacia mí.

—¿En serio? ¿Ya habíamos quedado en que me enseñarías a cómo verme guapa con lo que sea? ¡Qué curioso, no lo recuerdo! —Matt rió poniéndose tan rojo como un tomate.

—Tú no necesitas que te enseñe nada de eso. —¿Acaso me había devuelto el cumplido?—. Además me refería a que...

—¿Ah no, por qué no? —pregunté interrumpiendo y haciéndome la loca.

—Blake, todavía no se va el maldito rubor de mis mejillas desde el primer cumplido que me hiciste. No hagas esto —dijo entre risas. Me había dejado encantada el hecho de que lo reconociera.

—Vale, vale, ya me callo. —Sólo porque estaba teniendo un ataque interno, gracias a tanta terneza masculina. Y porque tenía suficiente con saber que le costaba resistirse a mis encantos.

Las puertas del ascensor, al fin se abrieron. Donde al llegar, nos recibió otro sujeto de seguridad.

—Suban por aquí, por favor. La inauguración está por comenzar —dijo cortésmente.

Set Me FreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora