"Calmado"

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Milly:

—Matt... —lo llamé después de golpear la puerta por quinta vez—. ¡Matt! —insistí, hasta que sentí un enorme vuelco en el pecho al ver unas cuantas gotas de un extraño líquido en el suelo.

Este sentir no perduró cuando al levantar mi zapato, la suela de este se pegó, tal y cómo si caminara por el piso previamente cubierto de gotas de soda, gracias a un montón de niños descuidados, en el cine.

—Eww... —exclamé, levantando los pies, uno tras otro, siguiendo el camino de aquellas extrañas gotas, de lo que parecía ser soda o alguna bebida azucarada.

Llegando a la puerta de las escaleras, el rastro parecía cesar.

Empujé la puerta y con ambas manos sobre la barandilla de la escalera, miré hacia arriba y posteriormente hacia abajo, buscando alguna señal de vida de Matt.

—¡Matt! —lo llamé una vez más.

Después de dar un supiro, decidí bajar unos cuántos pisos, sin saber con exactitud hacia dónde ir.

Al bajar aproximadamente 8 pisos, casi resbalo en un escalón con lo que parecía ser la misma bebida pegajosa de arriba.

—Mierda... —Me incorporé justo antes de que mi trasero tocara el suelo.

"Bodegas de condóminos"

Leí ese letrero mentalmente, antes de empujar la puerta e ingresar al piso. Caminé por los pasillos, hasta encontrar la bodega que le pertenecía a Matt. Dónde justo frente a la puerta, había un galón de leche de fresa a la mitad.

—¡Matt! —Golpeé la puerta—. Matt, ya sé que estás ahí. —Continué, golpeando con más fuerza.

—Vete y ya...

Apenas si logré comprender aquello, al otro lado de la puerta.

—¿Matt?... Matt, abre la puerta —ordené.

—¿Cómo carajos me hallaste?

—Oh, no lo sé, tal vez porque dejaste todo un rastro hasta acá de... —Levanté el galón de leche del suelo—. Leche con sabor a fresa.

—No se lo dirás a Amy, ¿cierto? —dijo después de varios segundos.

—No, si abres la puerta.

—Entonces vete.

—Matt, abre la maldita puerta o te juro que la derribaré.

Matt:

—Agh... —Me incorporé aún en el suelo, preguntándome cuánta de esa leche bebí anoche, debido al dolor en mi estómago—. Sí, claro... mejor vete, Milly. No quiero hablar.

—¿Crees que no puedo, cierto? —cuestionó indignada, desde afuera.

—Está cerrado...

Lo siguiente que escuché fue el fuerte pie de Milly impactarse contra la puerta, haciendo que se abriera a la primera.

—¿Por qué mierda, Zacky? —Hice aquella pregunta al aire, sabiendo quién era el culpable de que Milly supiera abrir puertas así.

—¿Qué estás haciendo? ¡Estás hecho un asco! —exclamó asqueada mirando mi camiseta manchada.

—Sí, qué importa... —Me encogí de hombros y salí de la bodega.

—¿Matt, te quedaste toda la noche ahí?

—Sí —respondí mientras subía a mi apartamento.

—Creí que ibas a cuidar a Coco.

—Y eso hice. Está en mi apartamento, le dejé comida y agua.

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