002. Harry no se lava las orejas.

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Aproximadamente, diez años después de la tragedia en el valle de Grodric, diez años después de la caída del señor tenebroso, una pequeña ojigris se encontraba mirando el techo repleto de telarañas mientras pasaba suavemente las yemas de sus dedos por sus heridas del día anterior.

Los tíos de Harry solían ser muy malos con ella, el día anterior la había castigado por tratar de defender a Harry cuando el chico comió un poco más en la cena. Vernos gritó, exigiendo que escupiese la comida y que no tenía derecho a tragar ni un bocado más del que le preparaban a diario a ambos.

Charlie solo quería crecer y dejar de depender de ellos, mudarse a algún lugar y vivir sola para que su paz no se viera interrumpida. Sabía que ellos no eran su familia (afortunadamente, se le caería la cara de vergüenza si supiera que pertenecía a una familia así).

Black estaba resignada a que todas sus tardes se basaran en castigo por meterse con Dudley y su enorme aire de superioridad. Harry a veces la regañaba, nadie se podía meter con Dudley, de lo contrario habría un castigo severo, demasiado para un simple niño. Pero nuevamente a ella no le importaba, solo quería seguir en la escuela, conseguir un trabajo y muy probablemente abandonar aquel infierno junto con su primo.

-¿Estás despierta? -preguntó Harry en un pequeño susurro. Ella asintió inmediatamente desde su lado de la alacena y lo miro de reojo. El niño se colocó los lentes antes de poder mirarla, le sonrió un poco-. ¿Quieres que te prepare un té? Podría servirte para el dolor.

-No te preocupes, Harry. Estoy y estaré bien -le dijo ella, levantándose-. Si sigo así romperé el récord de la persona con más cicatrices en el mundo, yupi.

Harry frunció los labios y se levantó igualmente con una expresión suave. Justo cuando iba a decir algo al respecto, un gran estruendo se escuchó en la pequeña puerta de de la alacena.

Porque si, Harry y Charlotte dormían en una alacena. Los Dursley los odiaban y habían convertido la vida de ambos en un verdadero infierno. Dormían rodeado de arañas y bichos raros, debían despertarse temprano para prepararle el desayuno a la familia Dursley y debían ser respetuosos con Dudley, aunque él les lanzara piedras cuando volvían de la escuela y aunque el niño se burlara de ambos, de Harry por usar lentes y de Charlotte por tener ojos grises, decía que era algo anormal.

-¡Arriba ahora, duo de ineptos! ¡Levántense ahora! -dijo Petunia con voz chillona, golpeando más veces la puerta de la alacena. La expresión fastidiada de Charlotte fue suciente para que Harry también se molestara-. ¡Arriba! -repitió la mujer dando otro fuerte golpe, asustandolos a ambos-. Mas les vale estar despiertos ya.

-Lo estamos -respondió la niña con un tono de voz candado, mientras buscaba en el cesto de ropa que Harry y ella usaban como clóset, los Dursley no podían... mejor dicho, no querían ofrecerles más.

-Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.

Ambos escucharon los pasos de Petunia alejarse, entonces se miraron horrorizados. Harry estrelló su mano derecha con fuerza contra su rostro. La ojigris hizo una pequeña mueca al ver que se había lastimado en serio por culpa de sus lentes.

-¿Que ha dicho? -preguntó Harry ignorando el dolor que sentía en su nariz. La ojigris miró a la puerta un segundo más, como si esperara que Petunia repitiera lo que había dicho, pero ella ya se había marchado a la cocina.

-Que es el cumpleaños de Dudley -respondió ella con una ligera mueca. Harry soltó un gran suspiro-. Si quieres yo controlo el beicon, no te preocupes.

-Debo aprender, Char. Prometo no dejar que se vuelva a quemar -la niña abrió la puerta. Harry salió detrás de ella después de ponerse sus calcetines, tardó más de lo esperado porque tuvo que sacar una araña de uno.

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora