080. Los muggles son taaaan ingenuos.

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Sus pies tocaron el suelo y ella inmediatamente cayó de rodillas. Todo a su alrededor daba vueltas.

George la puso de pie, rodeando su cintura con su brazo derecho para ayudarla a mantenerse. Ginny por su parte le dio la mano, con una sonrisa algo reconfortante aunque Charlie jamás supo por qué. Eran ellos los que necesitaban un abrazo, eran ellos los que necesitaban apoyo. Pero también eran ellos los que estaban ayudando.

El comportamiento de los Weasley era todo un misterio. Toda la familia era tan igual y tan diferente a la vez. Siempre estaban dispuestos a ayudar, aunque estuvieran pasando por el peor momento. Odiaba ser ella la que tuvo que anunciar que Arthur Weasley estaba herido. No quería el sufrimiento de los Weasley. Recordaba el boggart de Molly y eso hacia que sintiera ganas de llorar. Su peor miedo era ver a un integrante de su familia morir, o en grave estado.

-Regresaron, mocosos traidores a la sangre. ¿Es verdad que su padre está muriendo?

Soltó un suspiro. De nuevo en aquella sucia, polvorienta y húmeda casa. Pero por alguna razón, esa casa en ese momento se sentía como su tranquilidad.

-Por favor, no estoy muy bien para escuchar a esa señora hablar -dijo Charlie en un susurro. Ginny la miró.

-Te llevaré a tu habitación -dijo la pelirroja, notando el estado de la joven a su lado-. Te ves pálida.

-Estoy bien -intentó convencerla. Vio a Sirius entrar a la oscura y tenebrosa cocina. El mayor le sonrió con tranquilidad.

-¿Que sucedió? -preguntó Sirius. Tenía mal aspecto. No estaba afeitado, tenía una ropa casual y olía un poco a alcohol. Pero eso no impidió que los dos adolescentes se lanzaran a abrazarlo.

Charlie y Harry se sentían tan cansados que solo necesitaban un abrazo y un poco de comprensión. Sirius era como el padre que ninguno tuvo. Buscaban su aprobación. Sirius lo era todo para ellos.

Un hombre que estuvo doce años en Azkaban y al cual conocían no hace mucho, lo era todo. Un padre, un tío, un amigo, un padrino, un cómplice de aventuras y un apoyo para todo.

-Por favor -dijo Charlie, abrazándolo con más fuerza-. Por favor. No te vayas.

-¿Yo? ¿Irme? -preguntó Sirius en tono confundido, correspondiendo el abrazo de ambos. Harry negaba-. ¿A donde, mi vida?

-No sé -contestó sinceramente-. Yo solo no quiero que te vayas.

-No me voy a ir, chicos. Estoy aquí, con ustedes.

Harry se separó del abrazo, limpiándose una lágrima y bajando la mirada.

-Lo siento, solo he estado un poco estresado estos últimos días. En verdad lo lamento -retrocedió un par de pasos, llegando junto con Ron, que le sonrió con comprensión.

-Charlie, linda -Sirius la soltó, pero ella se negaba a separarse de él-. Estoy aquí, no me voy a ir pero necesito que me sueltes para poder hablar con más calma, ¿si? Estoy aquí, no voy a irme de tu lado. Hice una promesa, y no voy a romperla.

Ella se separó, aunque no quería hacerlo. Soltó a Sirius, mirándolo a la cara. Aquel hombre con una expresión confusa le sonrió un poco, con cariño. Levantó la mano y la llevo a la cabeza de su sobrina, acariciándola como si fuera un cachorro.

-Todo va estar bien -dijo Sirius con tranquilidad. Casi podía ser una palabra segura. Casi pudo creer que todo acabaría de repente y que serían una hermosa familia, como él mismo lo había dicho-. Siéntate, Charlie. Hablemos con calma.

A pesar de todas las personas que la vieron esa noche, Sirius era de los únicos que no la vieron con una expresión acusadora. Tenía la impresión de que Dumbledore podía intuir que todo tenía que ver con Voldemort, y si era así, entonces se sentía juzgada. Juzgada porque sentía que Dumbledore desconfiaba de ella.

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora