La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)

074. La dictadura de Umbridge.

Los pocos momentos de paz que podía tener era cuando estaba con sus amigos en la sala común a media noche, haciendo cualquier estupidez o enterándose de los chismes de todo el colegio gracias a Pansy, o cuando estaba con Hermione solo ellas dos y nadie más.

Era uno de esos momentos. La habitación estaba oscura pero de nuevo la tenue luz de la luna la iluminaba. No se cansaría jamás de repetir que envidiaba la vista que tenía desde la torre de Gryffindor, a pesar de decir siempre que la sala común de Slytherin era mejor. Una especie de ventaja que ellos tenían era que podían admirar desde sus ventanas el bosque prohibido, los atardeceres, amaneceres y la luna. Ellos sólo podían mirar los peces y de vez en cuando al calamar gigante pasearse por ahí. Se volvía algo aburrido con el tiempo.

Estaba ahí, en medio de la madrugada sin poder dormir. Estaba tranquila, pero eso no la ayudaba con sus problemas de sueño. Nunca podía dormir lo suficiente y no era exactamente porque no tuviera sueño.

Estaba pensando en el futuro. Había pasado tantas y tantas horas planificando su vida entera junto con Theo que jamás se puso a pensar en la posibilidad de que no pudieran llegar a cumplir todo lo que se habían propuesto. En varias ocasiones había pensado en la posibilidad de morir. Hacia cosas demasiado arriesgadas como para siempre tener un golpe de suerte y salir con vida. Tenía a Voldemort detrás de ella casi todo el tiempo, buscando convertirla en su aliada oscura y que ambos destruyeran el mundo juntos.

Jamás entendería los planes de Voldemort. Para que la quería o qué tipo de obsesión tenía con ella. Tal vez la misma que llegó a tener con su madre, pero Anne jamás se inclinaría frente a Voldemort y algo le decía que cuando rechazó su oferta, no fue una cuidadosa y especialmente agradable conversación entre dos adultos.

Eso la llevaba de nuevo a pensar en el futuro. Pensar en el pasado era algo que le frustraba, jamás podría entender lo que realmente sucedió, pero pensar en el futuro tampoco ayudaba. Era incierto e indesifrable. Un día podía estar y al siguiente, no.

Ella se imaginaba una vida perfecta fuera de Hogwarts. En una mansión con Dobby ayudándola en todo. Sirius, Tonks, Lupin y los Weasley yendo a un almuerzo familiar los domingos y sus amigos organizando cada viernes una noche de películas, fiestas o noche de juegos. Un perro que se sintiera el dueño de toda la casa y ella simplemente disfrutando de su taza de té cuando amanecía. Tal vez incluso Hermione a su lado. Jamás se había puesto a pensar en ellas como futuro, disfrutaba más el presente.

No sabía si iba a durar con Hermione, en resumidas palabras. Sabía que se querían, se apoyaban mutuamente, pero llegar a vivir juntas y pasar toda la vida al lado de la otra era algo mucho más profundo que una simple relación de adolescentes.

-¿En qué piensas? -preguntó Hermione muy suavemente con voz baja, abrazándola por detrás. La rodeó por la cintura y pegó su mejilla al hombro desnudo de su novia.

-Un día de estos, Hermione, me vas a terminar dando un infarto -Charlie se volteó y con cuidado, tomó las mejillas de la castaña para alzar un poco su cabeza.

Hermione le daba tranquilidad. Sus ojos le daban esa paz que había perdido desde hace mucho tiempo. Estaba adormilada, pero no evitó que aún así se viera bien.

Una sonrisa sincera se dibujó en el rostro de Black, que estiró un poco su cuello y le dio un beso en la frente a su novia.

-Reaccionaste de una manera muy serena como para haberte asustado -dijo Hermione casi en un susurro que Charlie no hubiera escuchado de no ser por la tranquilidad de la noche-. ¿Que hacías?

Hermione bajó las manos de su novia a su cuello para después abrazarla. Tenía una camiseta bastante grande puesta como pijama. Charlie llevó una de sus manos por detrás de su cabeza y la rodeó con su brazo por el cuello para pegarla más a ella.