042. Mundial de quidditch: (sale mal)

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Harry le había comprado algo llamado omniculares, que servían para volver a ver una jugada. Charlie por supuesto que tomo el regalo y fue feliz junto con los demás cuando el partido estuvo a punto de iniciar.

Siguieron al señor Weasley, se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas que iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente.

Caminaron por el bosque hablando y
bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal.

-Hay asientos para cien mil personas -explicó el señor Weasley, observando la expresión de sobrecogimiento de Harry-. Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando... ¡Dios los bendiga! -añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas.

-¡Asientos de primera! -dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar sus entradas-. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.

-Sabia que ibas a estar con esa expresión -dijo Hermione con diversión, dándole un codazo. Charlie la miró, tenía una sonrisa que no se podía borrar por nada en el mundo

-¡Veremos a Viktor Krum! -escucharon gritar a Ron.

Dejó de sonreír.

-¿Que tipo de expresión? -preguntó mientras subía junto con los demás.

-La última vez que te vi así de feliz fue cuando Theodore me lanzo una bola de nieve en la cara -murmuró Hermione, aceptando la mano que le ofrecía la ojigris para ayudarla a subir.

-Bueno, no se puede decir que estoy feliz. Creo que la palabra adecuada sería «emocionada.»

Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. El grupo del señor Weasley siguió subiendo hasta llegar al final de la escalera y se encontró en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorado, postes de gol. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Charlie tomó asiento con los demás en la fila de delante y observó el estadio que tenían a sus pies, cuyo aspecto nunca hubiera imaginado.

-¿Dobby?

Escuchó la voz de su primo y se giró con el ceño fruncido. Harry estaba mirando una diminuta figura.

La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande. No era Dobby... pero no cabía duda de que se trataba de un elfo doméstico, como había sido Dobby.

-¿El señor acaba de llamarme Dobby? -chilló el elfo de forma extraña, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby, apenas un chillido flojo y tembloroso que le hizo suponer a Harry (aunque era difícil asegurarlo tratándose de un elfo doméstico) que era hembra. Ron y Hermione se volvieron en sus asientos para mirar.

-Disculpe -le dijo Harry a la elfina-, la he confundido con un conocido.

-¡Yo también conozco a Dobby, señor! -chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada-. Me llamo Winky, señor... y usted, señor... -En ese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hasta adquirir el tamaño de dos platos pequeños-. ¡Usted es, sin lugar a dudas, Harry Potter!

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora