095. Sirius, Sirius, Sirius.

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Un escalofrío recorrió todo cuerpo. Habían encontrado el lugar: alto como una iglesia y lleno solo de imponentes estantes cubiertos con pequeñas y polvorientas esferas de vidrio. Estas apenas brillaban por la luz que salía de más candelabros puestos a intervalos a lo largo de los estantes.

Como aquellos en el cuarto circular detrás de ellos, sus llamas eran de color azul. El cuarto estaba muy frío. Harry avanzó rápidamente hacia delante y entrecerró los ojos para mirar uno de los pasillos sombríos entre dos filas de estantes. No podía oír nada o ver el más pequeño signo de movimiento.

—Dijiste que estaba en la fila noventa y siete —susurró Hermione, tomando por impulso la mano de Charlie.

—Si —dijo Harry entre dientes, buscando algo al final de la fila más cercana.

Debajo del racimo de velas que emitían una luz azul, proyectándose de esta, brillaba el número plateado cincuenta y tres.

—Necesitamos ir a la derecha —murmuró Charlie. Hermione asintió, mirando de reojo la siguiente fila.

—Si... esta es cincuenta y cuatro...

—Mantengan sus varitas preparadas —dijo suavemente Ginny. Hermione sintió una leve punzada dentro suyo y miró a su novia.

Charlie tenía una mirada asustada. Se encontraba vulnerable, preocupada por Sirius. Theo atrás de ella la miraba con impotencia, sin poder hacer mucho para que el horrible sentimiento de nerviosismo desapareciera.

Avanzaron lentamente hacia delante, echando una mirada hacia atrás mientras caminaban por los largos callejones de estantes, cuyos extremos más alejados estaban en una casi total
oscuridad. Pequeñas etiquetas amarillentas estaban pegadas debajo de cada esfera de vidrio en los estantes. Algunas de ellas tenían un extraño, brillo líquido; otras estaban tan deslucidas y oscuras por dentro como focos quemados.

Pasaron la fila ochenta y cuatro… ochenta y cinco... Harry estaba tratando con fuerza de escuchar el más leve sonido de movimiento, pero Sirius podría estar amordazado ahora, o
también inconsciente… o, dijo una inesperada voz dentro de su cabeza, él puede estar ya muerto...

—¿Crees que si Sirius muere lo sentiré? —preguntó Charlie en un susurro a Hermione—. Me refiero a... bueno, tal vez me empiece a doler la cabeza

Hermione se le quedo mirando casi con pena. Una vez más, Charlie demostraba que no era más que aquella niña indefensa que conoció en primer año. Black era tan simple, Hermione la conocía bastante bien. Le gustaban los atardeceres y amaneceres, le gustaba pasar tiempo con sus amigos pero también le gustaba estar sola, aunque detestaba el sentimiento de la soledad. Le gustaban las fiestas pero al mismo tiempo odiaba que el sonido la aturdiese. Odiaba hacer deberes, pero siempre era la primera en entregarlos. Amaba los animales y amaba los dibujos. Le gustaba el verde y un lado suyo se sentía orgullosa de ser de Slytherin, aunque el otro lado se preguntaba cómo hubiera sido su vida en otra casa. Odiaba cuando tenía que resolver los problemas de Harry, porque ella no quería ser heroína y eso la obligaba a serlo. Odiaba socializar pero al mismo tiempo era la que más personas conocía. Amaba el deporte porque allí su mente podía descansar. Amaba la música, a su familia, y a su mascota.

Y también la amaba a ella.

Seguía siendo esa misma niña que ocultaba su timidez detrás de un narcisismo y ego fingido. Seguía siendo cruel con los demás pero ante la menor crítica hacia ella, dudaba de lo que era. Seguía mostrándose tan segura cuando no lo era.

Pero estaba segura de algo. Estaba segura de que Hermione era quien la salvaría. Estaba segura que Hermione estaría para ella en su peor momento. Estaba segura que ambas seguirían juntas.

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora