024. Y el heredero de Slytherin es...

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-Ah, este lugar da asco. -murmuró Charlie mirando el lugar.

Se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Miró por toda la sala para ver si habían rastros de Ginny o del basilisco cuando Harry comenzó a caminar para adentrarse al lugar.

Sacó su varita y avanzó por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra los vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos.

Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma
cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo. Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

Abrió los ojos de par en par y corrio. Harry la siguió mientras ella se hinchaba frente a Ginny para asegurarse que aún estuviera viva.

-¡Ginny! -susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas-. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!

-¡Oh, mágicamente ahora va despertar, Harry! -le gritó Charlie con desesperación mientras dejaba a un lado su varita y movía a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...

-Ginny, por favor, despierta -susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

Charlie de repente solo pudo pensar en que le había fallado a la familia Weasley, en que Ron lloraría, en que ella solo debía hacer una cosa y aún así falló.

-No despertará -dijo una voz suave.

Charlie de inmediato se enderezó y volteó, un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos y era lindo, ciertamente algo parecido a Charlie.

-Tom... ¿Tom Ryddle? -preguntó Harry.

Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Charlie.

-¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? -dijo Harry desesperado-. ¿Ella no está... no está...?

-Todavía está viva -contestó Ryddle-, pero por muy poco tiempo.

Harry lo miró detenidamente. Tom Ryddle había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un día más.

-¿Eres un fantasma? -preguntó Harry dubitativo.

-Soy un recuerdo -respondió Ryddle tranquilamente- guardado en un diario durante cincuenta años.

Ryddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, un pequeño diario negro el cual tenía Ginny en el tren.

-Tienes que ayudarme, Tom -dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny-. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame...

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora