098. El ancianito manipulador.

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—Mantengan sus varita al alcance de sus manos —dijo Dumbledore en tono de alerta.

—Creí que no se podía hacer magia fuera de Hogwarts, señor —murmuró Harry, sacando su varita de su saco. Charlie se acomodó la gabardina.

—En caso de un ataque —dijo Dumbledore—, les doy permiso de usar cualquier maldición o contramaldición que se les venga a la mente. Aunque no creo que deban preocuparse por ser atacados esta noche.

—¿Cualquier maldición? —repitió Black, alzando ligeramente una ceja—. ¿Incluso una maldición imperdonable?

—Si puedes evitar las maldiciones imperdonables, lo agradecería —contestó el anciano, dirigiéndole una mirada de alerta.

—¿Por qué no seríamos atacados, señor? —preguntó Harry infantilmente. Charlie soltó una risa burlesca y él se sintió un idiota.

—Estás conmigo —dijo Dumbledore simplemente—. Con eso bastará, Harry.

Charlotte hizo una mueca burlesca en cuanto Harry la miró. Él de nuevo, se encogió en su camino mientras ella caminaba detrás de él, con la varita en manos.

Se detuvieron abruptamente al final de Privet Drive. Harry trató de buscar alguna respuesta en el rostro de Dumbledore, sin embargo, este no lo miró.

—No has, por supuesto, pasado tu examen de Aparición —dijo.

—No —dijo Harry—. Ninguno de los dos lo ha hecho. Pensamos que se debía que tener diecisiete.

—Cierto —dijo Dumbledore—. Así que necesitarán sujetarse firmemente de mi brazo. El izquierdo, si no les importa. Como debes haberlo notado, el brazo de mi varita está un tanto frágil de momento.

—¿Se quemó con aceite, señor? —bromeó Charlie, colocando una mano sobre el hombro de Dumbledore, quién soltó una casi insonora risa.

—Excelente —dijo Dumbledore cuando Harry lo tomó del antebrazo—. Bien, aquí vamos.

Harry sintió el brazo de Dumbledore retorcerse e intentar librarse, y se sujetó aún más fuerte. Charlie sintió un revoltijo en el estómago, lo siguiente que supo, fue que todo se volvió negro; estaba siendo apretada fuertemente por todos lados; no podía respirar, habían bandas de hierro apretándose alrededor de su pecho; sus ojos estaban siendo forzados hacia el interior de su cabeza; sus tímpanos estaban siendo empujados más adentro de su cráneo y entonces...

Tomó grandes bocanadas del frío aire de la noche y abrió sus ojos llorosos. Se sentía como si acabara de ser forzada a pasar a través de un muy estrecho tubo de goma. Le tomó unos segundos darse cuenta que Privet Drive se había desvanecido. Miró alrededor y se miró a si misma, estaba bien.

Se alertó al ver la manga izquierda de su gabardina ligeramente remangada, la acomodó con rapidez y desesperación, mirando a Harry y a Dumbledore, quién estaba de pie. Él la miraba atentamente y ella bajó la cabeza, se sentía avergonzada.

Se levantó del suelo y se limpio las rodillas llenas de polvo. Su varita había rodado por el suelo así que caminó hacia ella, que había parado frente a un arbusto.

Escuchó el sonido característico de una rama seca siendo pisada. Miró hacia la oscuridad como si pudiera distinguir alguna cosa. Tomó su varita con fuerza mientras trataba de ver bien. Sus ojos ligeramente más blancos al ser iluminados cuando miró directamente a la luna.

Estaban ahora parados en lo que parecía ser una plaza desierta de un pueblo, en el centro del cual se erguía un antiguo monumento conmemorativo de guerra y algunos bancos.

Escuchó a Harry vomitar detrás, y con una mueca volvió hacia Dumbledore, ignorando el hecho de que había escuchado un ruido. Su sentido común le dijo que tal vez estaba siendo perseguida, pero eso sería imposible, acababa de aparecerse, nadie podía saber el lugar exacto donde se aparecería.

La herencia de la Serpiente; (𝑯. 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆𝒓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora