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—27 Febrero 1892, París-Francia.

Irina no creería que esto volvería a ocurrir, pero el apenas abrir los ojos, enfocó un lugar diferente en el cual, había tomado un sueño profundo. Giró su cabeza al otro lado para encontrarse con, Vittore.

El borde de su pómulo bajando por la mandíbula, para que la luz de la ventana próxima, iluminara unos mechones de cabello rubio más ondulado de lo habitual. A la vez que una piel blanquecina se dejaba ver desnuda, en su cuello y pecho, para que observar a su abdomen subir y bajar con regularidad.

Irina bajó la mirada buscando la mano de Vittore para así tomarla entre sus dedos, haciendo que el mismo reaccionara, pero, en el segundo que ella devolvió la mirada, ese rostro había cambiado, el cabello rubio se oscureció y los ojos azules, destellaron como un amanecer...junto, a un conjunto de heridas profundas a la par que escandalosas a la lateral de su rostro, y finalmente...

Erik estaba postrado alado suyo, mientras se despertaba y le sonreía adormilado.

-Bonjour...-susurró, con esa profunda, ronca voz. A la vez que tomaba él, la mano de Irina y la alzaba para alcanzarle a dejar un delicado beso en sus nudillos.

-¿cómo estas linda? ¿Dormiste bien?

Erik, giró su cuerpo, para mirar de frente a Irina, dejando un halo de luz, por el borde de su desnudo torso. Ella, le miró a los brillantes ojos dorados resplandeciendo en sueño aún, entrecerrados, pero gloriosos...

-Bonjour- respondió ella, sonriéndole amplió. -si, dormí bien, ¿tú?

Erik, ante ella asintió con la cabeza, para no perder su acción de depositarle pequeños húmedos besos en los nudillos de la mano de Irina. No podía encontrarse más encantada, ver ese rostro delante suya, adorando darle besos en su mano, mientras no le quitaba la mirada de encima...era un sueño.

Sueño el cual, Irina no podía estar más tiempo sin besar de nuevo, se incorporó levemente sobre sus codos para así llevar su cuerpo hacía, Erik, sólo provocando que su corazón golpeara fuertemente dentro de su pecho, al observar como él no hizo más que sonreír de una manera tan hermosa, mostrando los hoyuelos en la comisura de su amplia sonrisa, recibiendo por fin a Irina en sus labios sellando un profundo beso...

No era siquiera un atisbo de la forma en la ella sabía que le había besado hace algunas horas, la luz de las bombillas cubiertas por la ligera pantalla semi traslucida, que dejaba una iluminación agradable y bastante oportuna para la ocasión, llamaba a una pasión descomunal. Tanto, que, esos ojos dorados que podía Irina hacer ver frente a ella, destellaban como si tuvieran brillo propio, tal y como realmente iluminan.

Ahora, no fue nada complicado visualizar a Erik, como su amante, esta ocasión recién acontecida, no tenía que suprimir un cuerpo femenino, como lo hizo con Madame Giudicelli, ensanchar hombros, recortar cabello pelirrojo largo, ampliar unas finas manos y lo más importante...

Sentía su cuerpo en llamas en cada empuje, un poco más rápido que el anterior, fue... simplemente magnifico.

Irina no pudo evitar sentir las ansias junto al cosquilleo remolinear su vientre para bajar hasta su entre pierna, brindándole de fuerza, que, sólo se reflejó en su acción de presionar y mordisquear los labios de esa visión...de Erik.

-ah...Irina- fue la gota que derramó el vaso, esa profunda voz, taladrando su sentido del control, inhibiendo todo recato. Ella de inmediato cruzó su pierna derecha por su dorsal, haciendo que fuera muchísimo más fácil para Irina lograr su objetivo, incorporarse encima de, Erik.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora