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—26 Junio 1891, Biarritz, Aquitania-Francia. Costa.
El día que visitaría la playa desde niña, era hoy y Christine no podía encontrarse más nerviosa, más porque cuando Raoul llegó con ella, pasaron delante de Monsieur Firmin y él cuestionó con aires algo alarmados —¿van a salir, Vizconde?
Raoul le respondió casi irónico —¿no es obvio? Nos escabullimos para volver mañana, debería hacer lo mismo.
Christine no entendía porque le respondía de esa manera, si se supondría que este detalle lo arreglaría él, aunque al alcanzar a leer en su mirada enojo, tal vez algo no había salido del todo bien. Pero sus nervios, pudo hacer que olvidara rápidamente esa expresión fugaz en Raoul, ya que apenas, dejó su maleta de viaje en el cajón de equipaje, entró con ella al carruaje, para antes de sentarse le tomó firmemente de su barbilla haciendo levantar su cabeza dejando camino directo y plantarle un beso, sencillo, pero de todas maneras le dejó anonadada en su asiento.
-¿nerviosa, linda?- cuestionó con una expresión de total adoración ante ella.
-...algo-suspiró Daaé.
-tranquila, nos mantendremos juntos- alzó Raoul, mientras dejaba su peso en el respaldo de su asiento, se notaba coqueto y hasta relajado. Le había dicho —tranquila, pero esa posición suya, sólo le provocaba sonrojarse.
Pero antes de que lo notara, un sabor a naranja, fue perceptible en sus labios, no recordaba haber bebido un zumo de ese cítrico por la mañana.
-¿qué pasa linda?-cuestionó Raoul, frente suya.
Christine notó, hasta el aroma a naranja, olía delicioso, pero, un toque en el mismo aire le hizo saber también que se trataba de alcohol.
-Raoul, ¿qué tomaste?
Su simple pregunta le llamó la atención.
-Arien, primo mío fue temprano a mi casa y me dió a probar Cointreau, ¿se nota mucho?- fue casi adorable como él mismo llevó la palma de su mano a cubrir su boca, casi como si intuyera que el olor a alcohol era fuerte.
-uhm, algo, pero es cítrico, hueles y sabes a naranja.
Afirmó Christine, mientras alzaba sus manos en una señal de tratar de calmarle, logrando que Raoul comenzara a dibujar una sonrisa, que pocos segundos faltaron para que tomara ciertos aires.
-¿tengo un sabor a naranja?-su voz profunda, sólo descarriló a Daaé.
-¡creo que si!-fue su respuesta algo apresurada.
-¿quieres asegurarte?- la palma de su mano se postró ante ella en una invitación. Su mirada se mantenía seductora ante ella, ¿desde cuando le miraba así? Sus ojos relajados, junto a una pupila dilatada, le hizo suspirar un —claro.
Cuando observó a Raoul inclinarse ante ella, sólo le hizo imitarlo cual magnetismo al metal. Sus manos se posicionaron a las laterales de su delgado cuello, tomándole firmemente para no dejar que el movimiento del carruaje le alejara de él.
De nuevo ese suave pero caluroso toque le presionó los labios, pero ahora, era especialmente húmedo, su mente se coloreó de blanco junto a la intensificación del cítrico de naranja en toda su boca.
Pero al mismo tiempo el del alcohol, casi podía ignorarle por el atrevido movimiento que inundó todos sus labios, fue su quejido ahogado fue quien les separó, ¡fue inconsciente! Que cuando observó la mirada de Raoul preguntándose si de verdad había escuchado bien, Daaé sólo pudo excusarse con —¡fue un gran sabor a alcohol!
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Narrativa Storica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...