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—21 Agosto 1891, París-Francia. Ópera Garnier.

Christine había terminado de arreglar su vestido, porque iría al mercado, Raoul le comentó que podrían volver a hacer un picnic, idea que adoró tanto, aún era una temporada relativamente buena, un clima templado se dejaba ver.

Daaé se había hecho un espacio un Viernes antes de la cita del picnic, para ella ir a comprar los alimentos que llevarían, seguía sintiéndose algo apenada por la situación del anterior intento, y no querría que Raoul volviera a gastar en comprar comida, así que ella se ocuparía.

Pero Meg llamó a la puerta de Christine, le devolvería un libro, —corps féminin, utérus, algo en ella le decía que debía mantenerlo oculto de su madre, fue complicado, pero lo había logrado, descubriendo así muchos datos que ella desconocía de su propio sistema, jamás había leído cosa similar en los libros que posee su madre. Además, lo que más le sorprendía, el autor se trataba de una mujer, casi nunca había leído un libro que su escritor se tratase del género femenino y que no estuviera leyendo romance. *Cuerpo femenino, útero.

Y al abrir la puerta, viéndola con ropas para salir, pensaba que era otra cita con Raoul.

-voy al mercado Meg, compraré algunas cosas que ocuparemos mañana-alzó, mientras tomaba su canasta en mano.

-¡oh adoro el mercado! ¿Puedo, puedo acompañarte?

Cuestionó, emocionada. Al recibir una respuesta afirmativa, sólo pidió un momento para cambiar sus zapatos y avisar a su madre. Irina las despidió en un pasillo, pidiendo que no se separaran para al final observarlas alejarse, mientras reían cómodamente entre ellas.

El mercado a algunas cuadras por nombre Rouge, no había ido al Marché des Capucines, se encontraba un poco más lejos. Pero aún así al que habían asistido, la calle era amplia, podía sentirse el aroma de alguna comida siendo preparada en ese instante y mientras caminaban la variedad de productos fueron visibles cada vez más y más, diferentes proveedores que poseían artículos tan diversos, que Meg no paraba de preguntar —¿Y que es eso? ¿Para que sirve?

Pocas veces había acompañado a su madre al mercado y cuando lo hacía, debía estar cerca, ayudando con la mercancía, a la vez que cuidando lo que ya habían comprado.

-Christine de verdad me alegra que te encuentres mejor-alzó Meg. Retomando el camino con su amiga.

-¿Mejor? ¿A que te refieres?-cuestionó mientras ambas ya se encontraban caminando entre las personas en la vereda, caminando en todas direcciones.

-Christine, hace meses hubo un cambio en tu actitud, con lo que dijiste...-con sólo escucharle, ya se estaba dando una idea de a que se refería. -¿algo malo pasó? Puedes contarme si gustas...

Christine dejó un suspiro, no era como si no quisiera decirle, algo en ella casi ni habría tocado el tema en su propia cabeza, sólo se había limitado a esperar, esperar y esperar, derramar una que otra lagrima.

-no sé si sonará estúpido, pero, creo que confirmé la idea que, mi ángel, ya no vendrá más por mi, sólo eso-suspiró, mirando a su amiga, le tomó algunos segundo analizar lo que hablaba Daaé.

-¿de verdad?- cuestionó Meg, recordaba cuando le contó sobre esa voz celestial que le había acompañado a Christine y que hace algún tiempo le confesó que se trataba de un hombre, un hombre de carne y hueso.

Y cuando observó a la mayor, asentir mientras desviaba la mirada, sabía que tal vez en su pecho se estaban alojando sentimientos que de verdad le afectaban.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora