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5 Enero 1892, París-Francia. Ópera Garnier.

La fiesta llegó, la noche con ventiscas de aire, anunciaban que estaban en medio del Invierno, uno muy helado. Poseía una noche despejada, con una luna en fase creciente, se dejaba ver gloriosa en la penumbra, intimidante pero hermosa. La temática de la noche era mascarada.  Ya que habían preparado un numero con el mismo tema.

Irina terminaba de atar la correa de unos de sus zapatos, se encontraba calmada con la tarde de hoy, ya que el mismo día, que Erik encontró la carta del banco, por el préstamo a nombre de Monsieur Richard Firmin, ella le escribió y entregó personalmente una carta al Vizconde que adjuntaba lo citado del banco, en su redacción expresaba su desconcierto a factores que rodeaban a Messieurs Firmin y André. Para a su vez, recomendarle al joven Raoul que pusiera un ojo en esta sospechosa situación.

Probablemente en el baile esta noche, lo vería en el salón principal aunque haya escuchado de la misma Christine que, en si, no vendrían juntos, eso lo tenía por seguro, ella se encontraba en la habitación común con las demás jovencitas, mientras unas a otras se maquillan y ayudan a vestir.

Bueno, Irina sentía un gran presentimiento en el pecho, aunque pensaría que se tratara de lo que sea que Raoul pudiera llegar a hacer con respecto al tema de Messieurs Firmin y André y el préstamo del banco, sólo podía imaginarse lo que sucedería...Por ahora, debía ocuparse de su cabello el cual debía de usar unos pequeños sujetadores que sabía que estaban guardados en un baúl en su oficina.

Christine, delante del  tocador con espejo el cual tomó desde hace un rato, para empezar con su maquillaje, observó a Madame Giry salir, Meg estaba en la silla de justo alado mientras escogía que anillo estaría mejor usar y que hiciera juego con su hermoso vestido tan blanco como la nieve.

Daaé por su lado, se miró, su cabello ya estaba en su lugar, vestía ya su elegante vestido de lila color, sólo faltaba terminar con su maquillaje y colocarse los zapatos.

-Christine...-llamó Meg. Que al verla, un poco desubicada, la más joven ya le estaba mirando con suma atención. -¿estas bien? Es la tercera vez que suspiras así...

Ella no se habría dado ni cuenta que estaba suspirando quizá de alguna manera en concreto, porque, toda su atención se iba al hecho que algo, muy muy fuerte se alojaba en su pecho, desde que despertó hoy en la mañana. Sin desaparecer, o aminorar ni un poco.

-sólo estoy nerviosa, es un gran evento, ¿has visto las decoraciones ostentosas de fuera? Creo que no escatimaron en gastos- respondió, desviando la atención a que sólo se trataban de sus nervios. 

Logró su cometido, Meg, comenzó a sonreír mientras opinaba de buena manera la combinación de colores y texturas de la amplía decoración, señalando que genuinamente querían quedar bien Messieurs Firmin y André ante todos, aunque le escuchaba, Daaé no podía ignorar el peso que se alojaba en su pecho, era...un sentimiento que ya conocía, le hacía sentir escalofríos recorrerle la espina al momento que le recordaba cuando se encontraba por las noches en su habitación y como una mirada brillando en un dorado como joyas no dejaba jamás de observarla.

¿Por qué demonios sentía esto, justamente hoy?

Ese sentimiento, le hacía sentir temblar, temblar las manos ¿qué decía las manos? El cuerpo entero, las cosas se le resbalaban de entre los dedos como si estuviera muerta de nervios, ¿era un mal presentimiento acaso? Tenía que admitir que su deseo porque esta noche llegara era más por un presagio todavía mayor, que se albergaba dentro muy dentro de su cabeza.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora