•
—11 Febrero 1892, París-Francia. Ópera Garnier.
Raoul demoró dos días en regresar a la Ópera, hoy se encontraba muy temprano, un colega suyo había enfermado y él, lo sustituiría, pero cuando ingresó por el pasillo, el hombre que permaneció en guardia la noche, se encontraba plácidamente dormido en la silla, lo pasó de largo, su destino era asegurarse que todo iba bien con Christine, sabía que los ensayos habían comenzado, tal vez la saludaría, para después emprender su camino de regreso al trabajo...no lo sabía con certeza.
Pero al llegar ante el escenario, entre las jóvenes, nadie resaltaba en una larga melena caramelo, Raoul recorrió su mirada a sus alrededores, nada...¿se habrá demorado en el desayuno?
Cuando volvió a adentrarse a la Ópera, no pudo evitar andar en pasos largos, con destino al comedor, pero al doblar la esquina, apareció Daaé junto a Meg, mientras concluían una platica con una risita compartida.
-Christine...- exclamó sonriente, -buenos días, ¿te...te encuentras bien?
-sí, hoy me desperté quizá un poco tarde, pero aún así nos tomamos el tiempo de tomar una ducha-respondió, Raoul percibió su cabello húmedo, hasta el de Meg, así que no tenían mucho de haber concluido. Y notó que Daaé tenía puesto aquel anillo de rubí, ¿por qué usarlo en ensayos? ¿Tanto le era necesario usarlo?
-¡Vizconde Raoul!- ese fue un raspante llamado. Ante la vista de todos, llegó un muy desgastado Gilles André, las ojeras marrones casi moradas hablaban de pocas horas de sueño junto a su cabello fuera de línea, que tal vez algo no iba bien.
-¿podría concedernos un momento por favor?- añadió, su mano con manchas por edad, se tensó en un puño cerrado, pero el mismo temblaba. -se lo pido...amablemente
Raoul, tensó su mandíbula en una señal de molestia, genuinamente era repulsión a cualquier cosa que tuviera que ver con esos hombres, pero ver a Monsieur André con este aspecto tan deplorable, le hacía pensar cualquier posibilidad, así que, sin muchas energías, se devolvió a Daaé y Giry, pidiendo una disculpa, pasando su mano por el antebrazo de la castaña, la cual parecía también algo lejana, hasta casi incómoda únicamente por la presencia del hombre canoso, su sonrisa que le brindaba desapareció casi en un segundo...Raoul pensaba que entre más pronto acabara con lo que sea que Gilles le pidiera, ya no molestaría más.
Siendo a paso relativamente lento el que siguiera al director viejo, en estos breves instantes en los que el más joven se encontraba consigo mismo, se dio cuenta que algo le molestaba en el pecho, dándose cuenta que se trataban de...¿celos? Tal vez...ya que su preocupación mencionada era legítima, no podía imaginarse a Christine con aquel hombre, Erik, era un desquiciado, un inadaptado, ¿por qué aún le amaba? Era algo que simplemente no podía entender...
No podía detener a Christine y cuestionárselo a ella...era, bueno, no quería recibir la apuñalada de nuevo sobre —que tanto amaba a su ángel de la música, a Erik. Se sentía acabado, pero no quería dejarlo así, ¿si tuviera la oportunidad de tener una charla como hombres civilizados con ese Fantasma, sería acaso posible? Lo dudaba...
•
—13 Febrero 1892, París-Francia. Ópera Garnier.
Don Juan Triunfante ya se estaba llevando en ensayos. Habían sido arduas horas de entrenamiento vocal y actuación, Don Juan iba a ser Monsieur Piangi, su esposa, Madame Giudicelli se presentaba a si misma como prima donna, pero, dos cosas les evitaba a Messieurs Firmin y André, darle lo que tanto deseaba.
ESTÁS LEYENDO
The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficción histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...