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-¿disculpe? ¿Christine Daaé?
Repitió Madame Giry ante lo que había oído, no podía creerlo, si le desagradaría la petición sobre que Lord Wilmot pidiera un baile privado con chicas escogidas por su mano, total asco sentía en su pecho al oír la verdadera petición, el hombre, estaba encantado con Christine Daaé, tanto así, que deseaba tenerla una noche, para un encuentro de índole sexual, dejando a criterio de la maestra Madame Giry, poner el monto, junto a una fecha disponible.
A cambio también sobre reconocimiento para Mademoiselle Daaé y más presencia de la casa Ópera, fuera del distrito de París, ya que el mismo hombre, Lord Wilmot, se jactaba de tener conocidos hasta en la cabeza de la nobleza. Pero eso, a Irina no podía importar menos, ella estaba asqueada de creer que este sujeto estuviera pidiendo acceso como si las chicas fueran estanterías abiertas, con un letrero —vea y lo que le guste pida informes.
Conocía a sus chicas, ellas amaban lo que hacían, amaban el teatro, amaban el ballet y que todo eso se fuera por la borda y sean vistas sólo como objeto de consumo por placer, tratadas como prostitutas, no lo toleraba.
-me quedé encantado con lo hermosa que es ella, me encantaría tenerla-alzó el Lord, sin ninguna pena en sus palabras, compartiendo miradas cómplices con los otros dos depravados. Irina tenía que sostener sus ganas de vomitar, para que de sus labios salieran palabras coherentes.
-lo lamento yo...no creo que sea buena idea...
Ella había irrumpido hasta algo gentil a aquel hombre, si fuera por ella le gritaría —¡si tanto quiere a una dama y esta dispuesto a llegar a pagar por ello, existen muchas mujeres de la alta sociedad que son exclusivas, son igual de hermosas!
Pero también pondría en riesgo su cuello, si llegasen a despedirla por mostrarse insolente y grosera con un Lord, podrían tomarla en contra de su hija Meg, era una niña.
-Madame Giry, usted no entiende, se necesita hacer esto, la casa Ópera necesita toda la ayuda posible, Lord Wilmot nos esta ofreciendo su total ayuda, sólo a cambio de algo simple de Mademoiselle Daaé.
Alzó Firmin, mientras se levantaba de su asiento. Vaya imbécil, bueno, viniendo de este hombre no le sorprendía.
-Monsieur por favor créame que no es una buena idea...-volvió a intentar hablar Irina.
-podemos llegar a una cuantiosa suma que hasta Mademoiselle Daaé este de acuerdo, todo quiero que lo sepa la joven, deseo que ella sepa que beneficios se va a llevar-alzó el Lord, con una voz bastante confiada.
Cada palabra resonaba en los tímpanos de Giry, deseaba tanto que algo le golpeara en la boca a ese asqueroso, para que dejara de hablar.
-junto a lo que saben ustedes Messieurs Firmin y André, ya lo hemos hablado...-añadió.
Irina miró a los hombres cerca del escritorio, sabía que este plan iba a llegar a ella después de haber pasado por un filtro, esos eran ese par de vejetes. No podría sentir más el estomago revuelto, podría estar en desacuerdo con varias cosas que rodearían a la joven y que desde adolescente haya sido independiente a las enseñanzas de Giry como tutora, pero al final del día era una responsabilidad, fue el último deseo del padre de Christine...Gustave.
¿Cómo se sentiría Monsieur Daaé, al saber lo que están ofreciendo por una noche con su hija y quien pensaba que la cuidaría, accedió sin importarle nada más?
Irina debía encontrar una solución rápido, al parecer a esta bola de simios no entendían un —No—
-lo lamento Lord Wilmot, pero temo que debo negarme rotundamente-exclamó con voz más autoritaria y levantándose de su asiento. Seguía siendo suave, cuando en realidad quería gritarles.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficção Histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...