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Esa misma noche era la presentación, para Daaé era la primera experiencia en un escenario, cantando, lo que de verdad le apasionaba y no estando en la parte de atrás bailando como secundaria.
Así que era esa oportunidad que tanto había esperado, no cabía en su emoción cuando su número llegó, dejó salir su hermoso canto, para quienes estaban del otro lado cautivados por tan preciosa y afinada voz. Daaé podía jurar que su corazón latía más fuerte, poco más y se le salía del pecho, pero sentía que su lugar, era aquí, de pie en un gran escenario, portando un hermoso, elegante vestido blanco como el plumaje de un glorioso cisne, se sentía con el poder de abrir las puertas del cielo, de lo hermosa que se sentía, era un sueño, del cual no quería despertar, así que simplemente cantaría, lo cual estaba destinada desde antes de su nacimiento.
Del palco No.5 la divisaba alguien, no la presencia fantasmal que insinuó aquella carta entregada a Messieurs Firmin y André, si no era un joven hombre, de cabello castaño semi claro y algo rebelde, el cual trataba de controlar, al estar impecable en un peinado. Su azulada mirada estaba clavada en la diva en la escenario, casi robándole al aliento.
-¿será posible..?-susurró para si mismo. Mientras no apartaba su mirada con atención de Daaé, mientras cantaba a metros de distancia.
-¡es ella!
Cayó en si, no tardó en reconocerle, era ella, Christine Daaé, una amistad de la infancia, sus familias se conocían y al parecer, querían que ellos se casaran cuando mayores, pero de un momento a otro, se llevaron lejos a Christine, más de mayor, quiso ir a su búsqueda, ya que...desde pequeño su inocente corazón, se enamoró de aquella niña de hermoso cabello largo color caramelo, que combinaban con sus profundos ojos de mirada brillante más que cualquier llama, que poseyera un ígneo resplandor.
Él sentía que le había perdido el rastro, sólo sabía que el padre de Christine, —Monsieur Gustave Daaé, al quedarse viudo, le juró a su esposa que su única hija viviría de su gran talento que sabían que poseía la niña, pero con el pasar de los años y que Monsieur Daaé, fallecería, escuchó que su Tía, Madame Courture le llevó a internados de Arte, en varios lugares de Francia, para desempeñar sus habilidades, pero nunca supo que tan veras era eso, eran en aquel entonces solo unos niños.
Buscó demasiado tiempo a pie, pero cuando pudo tener su propio carruaje, probó suerte visitando teatros de Ópera, cada vez más lejos de Rennes, observando obras para deducir y poder encontrar el paradero de aquel amor de infancia.
Así conoció a varios directores de Ópera, en los cuales se convirtió en temporadas en su mecenas y ellos, a cambio de ves en cuando le dejaban ver el registro de bailarinas, cantantes, extras, cualquier lista disponible...para poder encontrar entre esos miles de nombres el apellido —Daaé, pero ahora, su conocido Monsieur Lefevre, le comentó que los nuevos directores Richard Firmin y Gilles André invitaban de urgencia a gente de renombre a asistir a esta entrega —Hannibal, ya que le dijeron que se dieron el lujo de exclamar que habrían encontrado una joya de ángel, que su canto cautivaba a cualquiera.
Aceptó porque aún no había buscado en la casa popular de Ópera, Garnier. Pero cuando menos se lo esperaba, Raoul, por fin encontró a Christine...
Apenas culminó su número, la ovación no se hizo esperar y cuando el telón bajaba lentamente, emprendió su paso a grandes zancadas a los vestidores para ir a por ella, estaba emocionado, nervioso, y feliz, su búsqueda había concluido.
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Caminaba como podía por los actores, extras y bailarines varios que estaban por los pasillos.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficção Histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...