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10 Octubre 1891, París-Francia. Ópera Garnier.

Los nervios seguían a flor de piel para Messieurs Firmin y André, la noche de otra presentación de Carmen. Aunque habían enviado una carta a Lord Wilmot diciendo que Madame Giudicelli se encontraba indispuesta para la obra por cuestión de salud, pero en su lugar le aseguraban que Mademoiselle Daaé, ¡era un ángel!

No hubo respuesta de su parte y casi creían que no estaría presente hoy por noche, pero, su sorpresa fue tal al momento de divisarlo en su respectivo balcón, Lord Wilmot se encontraba sereno, mientras dejaba que su compañía tomara asiento alrededor suyo. Messieurs Firmin y André casi podrían sentir el corazón salírseles del pecho cuando el hombre, les divisó para brindarles un saludo, nerviosos, no se atreverían el ir a saludar, tal vez al final de la obra, ahora, estaba apunto de comenzar.

Raoul, justo en el palco de enfrente de aquel par, observó el nerviosismo que manejaron al simplemente saludar a ese Lord. Que observándole, no le reconocía, no recordaba haberlo visto con anterioridad y a ninguno de los que le rodeaban. Era algo peculiar, pero, al final simplemente podrían tratarse de extranjeros, posiblemente de Inglaterra, si hacía un análisis burdo a ese apellido.

Raoul desvió su atención cuando el enorme telón se levantó y los demás bailarines comenzaron con sus danzas, junto a líricas, por otro lado, Firmin y André podían notar como los presentes no parpadeaban con tal de no perderse nada, pero claro, era la obra original, sin manipulación de sus torpes manos.

-¿ya viste sus caras?

Firmin llamó a su colega, ¿de verdad estaba pasando? No habían visto en rostros importantes  asombro y miradas conmovedoras desde...el anterior autor, esto sólo lograba enaltecer el ego de los hombres directores de la Ópera, ¿esto podría ser un antes y después?

Si esto, les mantenía con el ego por los cielos, cuando la prima donna, Christine Daaé, apareció en escena, con ese canto de ángel y hermoso rostro, sólo robó suspiros de absolutamente todos.

-ella es nuestra salvación, ¡gracias Dios!-exclamó André, elevando su mirada, casi buscando una presencia divina en los cielos de la Ópera. Pero, su colega no podría estar más analítico.

-la mirada del Lord Wilmot la conozco, observa-alzó Firmin, captando la atención del mayor, ambos observaron como después de unos largos segundos, que Lord Wilmot no le quitaba la mirada de encima al ángel en el escenario, la acompañante que traía el hombre, se percataba de algo, para después recriminarle ligeramente para no llamar la atención.

-es obvio que no es su esposa...-susurró Firmin.

-pero no es ni de cerca tan hermosa como es Mademoiselle Daaé, ¿estará molesta por ello?-cuestionó André.

-puede ser, pero a lo que me refiero son los ojos de Lord Wilmot, sé lo que esta pensando...la esta desnudando con la mirada, ¿y quién no?-alzó Firmin.

Captando la intención total de esa mirada que poseía el hombre, eso le recordó lo que alguna vez algunos colegas de otras casas de Ópera mencionaban, hombres de poder se obsesionaban con cierta prima donna, o bailarina extra y ¿Qué pasaba? Ofrecían dinero por pasar una noche con ella, enormes sumas, que algunas ocasiones las mismas mujeres aceptaban, con tal de fama o ese beneficio económico. Apostaría que el Lord después de esta obra o en próximos días pediría entablar una charla, una charla de negocios, con tal de llegar a un acuerdo.

Después de casi pasar la media noche, los efusivos aplausos sacaron de sus profundos pensamientos a Monsieur Firmin, la obra había concluido, sintió como su colega le empujaba para que se levantara de su asiento para ambos recibir esa ovación a la vez que los integrantes en la obra, Richard sonriente, sólo podía divisar frente a sus ojos, los enormes beneficios que podría llegar a tener si lo que había pensado se cumpliera. 

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora