¹|93

26 1 0
                                    


—18 Octubre 1891, Francia.

Este fin de semana Irina se reuniría con Victoria, su compañera maestra de danza junto a tres más, Madame Amaline, Lyana y Emma. Ya se habían enterado de la carta que Giry habría leído, sobre las jovencitas, Avery y Celeste, en Narbona, con sus hijos respectivamente de cada viejo de Richard y Gilles.

Y hoy por la tarde, era el día, además, Irina se sentía segura de dejar la Ópera por dos razones, un pasado día, el Vizconde De Chagny estaba llevando una charla con Mademoiselle Daaé, sobre el monumento parisino de la Torre Eiffel, la cual, su hija Meg, logró escuchar, ella al igual que Christine, afirmaron que no habrían de tener el privilegio de divisar esta estructura de cerca, mucho menos de noche.

Y al tener ese conocimiento, el joven Raoul se ofreció llevarlas a ambas hoy Domingo a admirar la Torre, así que Irina podría tener la certeza de dejar de vigilar a su hija. Y la otra razón, al no estar Christine, sabría que Erik, aunque merodee por la Ópera, ni siquiera tendrá un atisbo de Daaé, ni un sólo cabello.

Además, podría sentir su recelo al mantenerlo escondido desde...aquel beso, estuvo en la gloria cuando sintió sus labios sobre los suyos, aunque haya dicho ese otro nombre, por eso, no podría arriesgarse a dejar la Ópera con...ella aquí.

-¿Irina? ¿lista?- cuestionó Emma, mientras cerraba su pequeña maleta de mano, Irina, parpadeó escondiendo su enojo detrás de una sonrisa.

-¡ah, claro!- suspiró, mientras se levantaba del sofá, dándose cuenta que ellas dos, eran las últimas en la oficina de Emma.

Mientras le seguía, recapitulaba su enojo que hace algunos momentos podía sentir en el pecho, lo pudo divisar, después de ese beso con Erik, aunque sentía que las ansias de arrebatarle la ropa entera le podrían invadir junto al fuerte deseo de sentirse temblar para implorar por más, aún y después de escucharle decir...Christine.

No le sorprendía, pero si le enojaba, creía muy difícil la situación que Erik deje sus sentimientos por la soprano, su enojo iba cuando lo sentía sincero al plantear que mostrarse a Daaé, desde ser su ángel de la música, fue un completo error y que no volvería a pasar, deseaba dejarlo en el pasado para así, enfocarse en la Ópera, pero...que en esa situación, la recordara y que de sus labios susurrara, Christine, le hacía creer que tal vez seguía bastante apegado y distraído por ella.

Y eso, era su enojo, creía que ese sentimiento predominaba en si misma, como para evitarle la vergüenza cuando a dos días después, Erik, volvió a su oficina, era obvio, no recordaría nada. Algo bueno tendría que salir de haber bebido vino, así que sin temblar, le contó sobre el plan de hoy día y que probablemente llegaría tarde, o quizá a la mañana siguiente, por el echo de llevar a Avery y a Celeste a Burdeos, donde Victoria vivía con las demás mujeres, al ser despedidas injustamente y al ser mandadas lejos, se trataban de distancias algo largas.

 Así que no perdieron más el tiempo, Amaline, Lyana, Emma, Victoria e Irina, irían dos y dos en cada carruaje, por si al llegar, se encuentran la desagradable noticia que además de Avery y Celeste, hay más jóvenes.

El plan que estaban llevando a cabo era que al momento de ingresar a Narbona desde Criox-sud, comenzarían a preguntar sobre la dirección St Jean St Pierre junto a algún convento, ya que en la carta, no menciona ningún nombre.

Que, al ingresar, pasado las 2 de la tarde, dejando atrás largos prados de verde pastizal, siguieron las instrucciones de un residente que al parecer el convento que buscaban era —Couvent du Sacré-Cœur, detrás de una zona de mercados, pero justo antes de llegar a Parc de La Campane.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora