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Christine, observó a Raoul acercarse ante ella para cumplir ese deseo, que, al instante que sus labios se unieron el suave movimiento sobre el otro empujaba gentilmente, amaba su forma de besar, no era atrevido, casi picante, pero la forma de acariciar por el borde de su labio inferior con su lengua, aunque podría llamar al erotismo, con la poca velocidad empleada, era un astuto juego para saborearle los labios.
-¿entonces al parecer te encuentras bien?- suspiró, cuando el respirar pequeñas bocanadas de aire en diminutos milímetros que Raoul separaba sus labios de los de Christine, le dejaban respirar, no pasó mucho para que eso no fuera suficiente para dos pares de pulmones adultos.
-por supuesto pequeña lotte...-suspiró Raoul ante sus labios, sintiendo su tibio aliento, todavía sabía y olía a té negro Darjeeling, era prácticamente encantador. Christine sonrió a esa afirmación, recibió un pequeño beso de nuevo, antes de que Raoul se incorporara para volver a hablar.
-¿retomo el tema antes de ese grupo de tontos irrumpieran peligrosamente nuestra caminata?-cuestionó, sonriente, su sonrojo leve en sus mejillas hablaba que también el beso tan exquisito de hace un momento le habían hecho sentir su corazón golpear fuertemente.
-como decía...el tema es, creo que estoy en lo correcto cuando digo que Messieurs Firmin y André no tienen la menor idea de como llevar las riendas, siento que si siguen haciendo lo que quieran con la Ópera Garnier...- Raoul, tomó a Daaé por su mano, para guiarle, estaba algo tenso por el tema que acarreaba desde el desayuno, pero tenía que ser sincero con Christine.
-temo enormemente que la podrían meter en serios problemas, hasta...llevarla a la ruina.
Confesó Raoul, Christine le miró atentamente, pero algo de lo que decía le resonaba en verdad, desde hace tiempo había escuchado entre las bailarinas que las obras que se están presentando no eran precisamente de excelente calidad a comparación de las de años pasados. El punto de comparación se debía a que las obras empleadas anteriormente eran del autor Fantasma, Daaé honestamente había notado el cambio, todo porque...su ángel, desapareció.
-honestamente...- suspiró Christine, por breves momentos Raoul podría arrepentirse por tocar ese tema, pero, -es algo que no me sorprendería, creo que se necesitaría sólo un milagro para que la calidad de las obras sea promedio...
-estas feliz con lo que eres ahora, pero ¿estarías devastada si la casa popular Garnier cerrara sus puertas tú viviendo ahí?-cuestionó Raoul.
-claro que si, más porque quiero dedicar mi vida a la ópera, como lo hizo mi madre- Daaé se llevó su mano al pecho, estás palabras las sentía en el corazón.
-desearía que Garnier no se fuera a la quiebra, así que planeo dar lo mejor de mí...
Sus palabras hacían a Raoul sentir tanta molestia contra los directos Firmin y André, una piedra tendría más visión del arte que ese par.
-estás dando más Christine, en cada puesta en escena en cada lírica, ellos son los que no ven el diamante que eres-alzó deteniendo su andar ya habían llegado a una zona con un pastizal más neutro porque los pinos apenas y se dejaron ver, ya que la zona de los árboles de ciruelos dejaba una hermosa vista de hojas del mismo color que la fruta, ellos se detuvieron justo frente a uno.
-¿y por qué no irte de ahí? Yo te apoyaría obviamente-completó, tomando las manos de Christine.
En ella era un total asombro, le estaba ofreciendo ayuda, podría encontrarse más que conmovida, pero, no desearía que por su importancia del apellido De Chagny, le colocara puertas frente a ella ya abiertas y sólo hacer acto de presencia.
-Raoul, no lo sé...-en un suspiro respondía. -no quiero que todo se me de en bandeja de plata, mis padres se hicieron su camino desde cero, quiero lograr lo mismo.
De Chagny notó como era honesta con lo que hablaba, quizá su plan sencillo fuera brindarle todo a ella, darle todo lo que necesitara, pero viéndolo de cierta manera, entendía que no le pareciera del todo esa idea y era comprensible.
-tengo esperanza Raoul, quiero lograrlo, tal vez Messieurs Firmin y André puedan llegar a comprenderlo, podríamos hablarlo con ellos ¿no crees?- el brillo en sus ojos, hablaba en esperanza.
-yo lo hablaré con ellos, descuida, enfócate en seguir siendo la mejor en ese escenario ¿de acuerdo?
Suspiró con una gentil sonrisa, provocando en el joven delante suyo sonriera de la misma manera, él lo entendía todo, sabía la fuerza y valor que tenía Daaé al negar el camino tan sencillo que Raoul plantaba ante sus pies, sólo para ser pisado por ella. Su voluntad junto con la memoria de sus padres era mucho más grande en ella, en su corazón junto con su alma.
-agradezco tu ayuda, Raoul.
Le llamó de nuevo Daaé, pero ahora en un llamado para envolverlo en un abrazo, sonrió a su suave toque y perfumada cercanía estaba encantado con esa mujer, no importaba que hiciera, que decidiera, su corazón siempre la iba a seguir.
-¡vaya! ¿ese es un río?- cuestionó gentil Daaé, llamando por completo a Raoul, de nuevo sobre sus pies, sacándolo de sus pensamientos.
-ah, sí, el río Sena de echo- suspiró en respuesta, mientras era guiado por Daaé a unos pasos dejando el césped atrás, y subirse a los tablones de fina madera que comenzaron a limitar el borde del mismo río.
-¿Sena? ¿de verdad esta agua es la que llega hasta París?- cuestionó curiosa, viendo a De Chagny asentir, devolvió la mirada a las tranquilas aguas, deleitándose con el peculiar carmesí de los árboles ciruelos.
Sin percatarse que el hombre alado suyo no estaba observando el paisaje, si no, su mirada se mantenía sobre ella, admirando su bella existencia, sus dedos apretujaron levemente los finos de Christine, como si fuera un llamado, apenas existió el contacto visual Raoul sentía como su corazón le gritara fuertemente, generando el impulso necesario por todo su cuerpo que le hizo inclinarse ante ella y que sus labios llegaran a los suyos de nueva cuenta, su mano atrapó su cuello, en un firme agarre.
Sin controlar demasiado la situación, intensificó el empuje contra ella, sólo recibiendo lo mismo, ella hizo un movimiento para abrirse paso y poder envolver el cuello de Raoul con sus brazos, él por su lado, fue testigo de esa poca gentileza que manejaba Christine en sus besos, pero el tibio sabor del té negro de Darjeeling que había en el desayuno le hablaban que lo que estaba pasando era lo que tanto anhelaba su corazón.
Era hechizante, estaba perdido ante ella, el sabor junto al aroma de lirios inundando su sentido del olfato era vivir en el paraíso.
Hasta que unas carcajadas inocentes les llamaron la atención, cortando el beso de golpe, esas risas sonaban infantiles y con justa razón, a la lejanía del sendero, estaban asomadas unas cabezas de niños desde un límite de rosales en un denso arbusto, que, al notar que habían sido descubiertos, volvieron a su lado de campo.
-son los hijos de mis primos, una disculpa- alzó Raoul.
-tranquilo, son adorables- Daaé le dio golpecitos en el pecho, mientras reía inocente.
Planearon regresar, así que tomados de la mano comenzaron a caminar, Raoul sentía aún el calor en sus mejillas, dentro de su pecho creciente una alegría que le estaba llenando por completo, amaba besarla, amaba que Christine gustara de hacerlo y su corazón se preocupaba de ella. Así que, lo que le había asegurado sobre hablar con aquellos directores lo haría, tenía que hacerlo.
La miró por el rabillo del ojo, estaba sonrojada, hermosa y encantadora, ¿Cómo no enamorarse estúpidamente de Christine?
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficción histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...