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—25 Noviembre 1890, París-Francia. Ópera Garnier.
Los ensayos seguían en pie, algunas prácticas vocales a la vez que de interpretación, Christine estaba entonada junto a la compositora.
-excelente.
Dijo la mujer delante en lo que daba vuelta a la hoja de la letra de aquella obra, —IlMuto— Estaban a nada de volver a comenzar, pero entró a la habitación Monsieur Firmin.
-una disculpa si irrumpo algo así sin explicación, pero debo informar que su papel, Madeimoselle Daaé, fue cambiado desmesuradamente-anunció.
-¿ah si? ¿por cuál?-cuestionó.
-usted será serafino, así que no necesita más practica, ya que no necesitará cantar, sólo la necesitamos en un momento más en la sala de baile-decía mientras Firmin tomaba las hojas en el escritorio de la compositora.
-oh, de acuerdo, creo que para eso debo cambiar mi vestimenta-informó, al recibir una respuesta positiva, se levantó y ahora su destino era su habitación, pero la duda no le dejaba la cabeza, ya que hace algunas semanas era buena idea que ella fuera la principal en la obra, a la vez que lo intuía ya que Firmin y André fueron los más sorprendidos al desempeño excelente que tuvo, aquella noche de su debut.
-Christine-alzó una voz amiga, era Meg.
-cúbrete esos brazos, ya ah cambiado el clima en estos días-la rubia le pasó una afelpada capa.
-oh, muchas gracias.
-no deberías estar tanto tiempo, sola-susurró Meg.
-¿uhm? ¿por qué?-cuestionó Daaé.
-pues han visto por ahí a un trabajador en la tramoya, siguiendo a algunas bailarinas-dijo, preocupada, mientras se inclinaba relativamente poco ante su amiga, tratando de no alzar su voz.
-¿de verdad? yo no tenía idea-respondió.
-¿como no te diste cuenta? Todos han estado hablando de ello, debes de tener mucho cuidado-exclamó Meg. Vaya, Daaé pensó que al parecer su mente estaba perdida en otros aires, aires que tenían que ver con un par de ojos dorados, y en el otro extremo otro par de ojos azulados.
Y el tiempo restante, ensayos.
-Meg-le llamó, deteniendo su andar.
-¿recuerdas que te comentaba sobre mi ángel de la música? Y que por fin lo vi-añadió, recibiendo una señal positiva de la joven delante suya, ya que este tema lo habían dejado inconcluso aquella última vez, apenas Madame Giry las había dejado, Daaé iba a comentarle más sobre su anillo, la hora de la comida se efectuó, que, cuando más compañeras llegaron a ellas, Christine y Meg ya no tenían privacidad.
Ella, jamás tuvo tiempo de decirle que ese ser místico, mágico tal vez, ahora se trataba de ese ángel de la música tenía un rostro, y unos hermosos ojos, junto a ese canto, ese bello canto del ángel...
-¿qué tiene que ver con esto?-cuestionó Meg.
-porque yo estoy a salvo, porque este ser, en realidad es un él-susurró a la rubia.
-¿una...persona?-cuestionó dudosa su amiga.
-así es, mejor dicho, un hombre-al responderle, la jovencita dibujó una mueca de asombro en su rostro.
-¿de verdad?-cuestionó con emoción. Meg lo recordaba, aquella anterior vez dónde había visto el anillo de rubí que el ángel, le había dado a Daaé, fue una plática amena.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficção Histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...