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—Finales de Abril 1891, París-Francia. Ópera Garnier.

Pasaron días exhaustivos de ensayos, y el Domingo fue un descanso merecido. En esos ambos días, Christine, volvió a esperar durante la noche, con la esperanza de despertar y ver...a Erik dormido al borde de su cama, pero...nada

Hoy Domingo muy temprano, se estaba vistiendo porque con Raoul irían al establo de su familia, a qué le enseñara a cabalgar. Gustosa estaba terminando de peinar su cabello en una trenza, sabría que haría mucho movimiento involucrado así que se lo tomaría enserio.

Raoul le mencionó que vistiera algo cómodo, aunque acá le darían un uniforme especial para que pudiera subir sentada sobre el caballo, y no que tenga que estar en un solo lado por sus faldas.

Emocionada, se miró al espejo, no se iba a colocar maquillaje, probablemente habría alguna que otra caída, se vería horrible si el tinte de los labios se le mancha o la sombra en los ojos se le llenase de tierra.

Iba a comenzar a dar pie a salir de su habitación, pero se detuvo en seco, giró al espejo, sin una mínima señal.

Tensó sus labios, debía dejar de esperar...constantemente.

Salió de su habitación con tiempo, iba en busca de algo para beber, no había tomado ni un sorbo de agua desde las 6 de la mañana, así que cuando giró por un largo pasillo trasero y así recortar la distancia para llegar al comedor, una mujer trataba de entrar con varias maletas en sus manos difícilmente por una puerta mediana.

Daaé le sostuvo la puerta mientras, aquella dama entraba.

-oh, muchas gracias- musitó agradecida, mientras esbozaba un suspiro de alivio. -Vaya puerta para recibir al público es esta...-

Alzó la dama mientras movía cada maleta al interior de la Ópera, Daaé, sosteniendo aún la barra, se encontró extrañada, ¿por qué esta mujer esta entrando por alguna puerta extra? Estaba la principal, al frente, por mucho más amplia.

-gracias niña, de verdad...oh- la mujer al girar a Christine, se detuvo al hablar, -¿usted es Mademoiselle Daaé, verdad?

La mujer vestía un bello vestido, sus canas denotaban edad, pero apenas y las líneas de expresión acrecentaban si la mujer esbozaba una sonrisa.

-Ah, así es, un gusto ¿Madame...?

Exclamó Christine mientras estrujaba su mano con la de esa mujer.

-Tina de Firmin, soy la esposa de Richard Firmin.

Alzó en una sonrisa, Daaé se encontraba sorprendida, no recordaba haber oído que los hombres o siquiera Monsieur Firmin estaba casado, aunque jamás visibilizó una argolla en sus dedos. Pero llegaba a su memoria el que corría entre voces de sus demás compañeras que se habían visto con el par de colegas, en un ambiente privado.

Algo tensa no quería sobrepensar mucho la situación, en el mejor de los casos habrían de estar separados y  haber quedado en buenos términos, pero, Madame Tina se presentó con el apellido de su esposo. Christine genuinamente no encontraba que hacer, pero, fue en ese instante que una voz detrás de ella, le llamó a la mujer frente suya.

-¡Tina! ¡no creí que vendrías! ¡te esperaba en el estudio!- exclamó Firmin

-¡nunca respondiste a mi carta!-se defendió la mujer mientras recibía al hombre delante de ella, pero le dejaba en las manos las mismas maletas que llevaba.

Christine creía que ya no había cavidad para ella así que pensaba en ya despedirse, pero...

-¿no me vas a presentar con Mademoiselle Daaé?- alzó llamando por completo a su esposo, que, genuinamente parecía bastante pensativo, hasta distante.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora