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Habían pasado la noche juntos.

Una vez más, Erik era consiente de lo que la presencia de Daaé le provocaba en sus sueños, dormir bien por primera vez en su vida, pero cuánto le dolía...

Sin problema alguno escoltó a Christine de nuevo a su habitación, le dejó un beso en la mejilla, haciendo que un caluroso sonrojo, pero él estaba dejando su corazón roto en esa acción, sosteniendo las lágrimas en sus ojos, Erik volvió por el espejo por el cual Daaé había pasado brevemente.

Ella algo extrañada por la forma de irse, le gritaba en sus adentros que fuera de nuevo en su búsqueda, que algo no iba bien, pero, a lo largo de la noche, él sucumbía a sus besos, y acariciaba todo su cuerpo, cómo la primera vez, extasiado, casi hambriento, deseando tanto sentirla tan cerca.

Habían sostenido intimidad una vez en la noche, Daaé creía que lo quería volver a hacer, cuando Erik casi de inmediato al recostarse detrás de ella, junto su torso a su espalda, y pasó su brazo derecho para sostener su cadera, para comenzar a besar con fervor el cuello de Christine, mejor dicho la parte trasera, nuca y dónde es su músculo trapecio, pero al cuestionarle, él decía que solo deseaba estar besándola y tocándola.

Sus caricias junto con sus besos, estaban rozando el ámbito erótico, pensaba que en cualquier momento, Erik hundiría algún dedo en su sexo.

Aunque ya tenía bastante, sintiendo el roce de sus dedos pasar por cada rincón de su piel, como apretujaba su agarre en sus muslos y glúteos, junto a su pecho, mientras mordía levemente su oreja, sólo atinaba a sentir el cosquilleo en la parte baja del vientre para llenarlo de fuego, eran sensaciones ya conocidas.

Que ahora verlo irse, le había dejado algo extrañada, pero tal vez tenía cosas pendientes que hacer, a pesar de todo, él era el que administraba al Ópera en si, Daaé ya sabía que el Fantasma era quien daba las órdenes, y ese Fantasma se trataba de Erik.

Pero lo extraño comenzó a suceder, cuando los días comenzaron a pasar y de nuevo no había rastro de él, preocupada, trataba de volver a abrir el espejo, pero está vez, no respondía a nada.

Había pasado un mes y medio, ya era 7 de Marzo, su vigésimo tercer cumpleaños la pasó con Meg, otras compañeras de danza, hasta que Raoul llegó alrededor de las 4 de la tarde y algo temeroso, pidió una cena para festejarla, la cual, Christine tomó, algo en ella de verdad quería olvidar y despejar su mente en estos precisos momentos.

Que ambos, olvidaron por completo lo que tanto les giraba en la cabeza, y sólo disfrutaron de la compañía del otro.

Pero no duró mucho, con el pasó de los días, Meg notó su triste cara.

-Christine, por favor, es inevitable no verlo, dime qué tienes.

Expresó Meg acercándose a su amiga que se encontraba sentada en el suelo justo a las orillas del gran escenario, mientras un ensayo se llevaba a cabo. Le sostuvo su mano para llamar su atención, que, al levantar su mirada, Daaé se encontró con un par de ojos que hablaban en preocupación legítima, tenía motivos para preocuparse, aunque creía que los estaba guardando bien.

-yo...perdón.

Se vio en la necesidad de disculparse, pero Meg, no se sentía satisfecha, así que la tomó para hacerla levantar del suelo del escenario y así emprender camino a un pasillo próximo.

-Christine, dime, enfermarte por algo así podría ser grave, puedo apostar que te veo más delgada.

Exclamó Meg, mientras sostenía las manos de Daaé, la forma de apretujarlas contra su cuerpo denotaba genuina preocupación, que sólo provocó en la castaña un pesado suspiro dejado al aire, tenía que expresarlo, guardarlo mucho tiempo dentro de su pecho, era, abrumador...

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora