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—2 Noviembre 1890, París-Francia. Ópera Garnier.
Todo era bruma en su visión, casi pareciendo humo, después un destello, no de luz artificial, si no, se asemejaba a un brillo solar, poco faltó para que...tomaran forma de un par de ojos dorados, en una mirada predatoria, como si en cualquier momento fuera a brincar sobre ella y le mordiera el cuello, pero simplemente no dejaba de mirarlos, rogando que tampoco esa mirada lo dejara de hacer y su voz chocó con sus oídos.
—Christine
Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fueron telas colgando desde las alturas, diferentes cortes a la vez que colores junto a texturas.
Pero su sentido auditivo, también despertó, captando en el aire una agradable melodía, junto con una encantadora voz, que por la lejanía, oía solo los rastros que el eco permitía. Dio un rápido vistazo a su alrededor, estaba descansando sobre una cama, sencilla, pero abundaban las suaves almohadas con telas de igual forma, tan diferentes unos a otros del material hecho, se encontraba sumamente cómoda, pero lo que despertó su atención fue que no conocía para nada este lugar...
Así que decidió levantarse y abandonar esa suavidad que sostenía su cuerpo, que al asomarse por la tela que parecía más una enorme cortina, tuvo ante su vista el enorme lago de agua cristalina con neblina por corona, sus recuerdos regresaron, pensaba que había sido un sueño...
-algo me cautivó...
Mencionó reconociendo la voz que cantaba a la lejanía, para comenzar su caminar, este sitio no era como otro, no era una simple habitación, había enormes piedras cubiertas por telas, que a su vez eran adornadas por velas, candelabros, más cortinas, más cojines, muebles sin mucho orden...pero al final un majestuoso órgano gigante, llegando hasta las formas que podrían asemejar el techo de este lugar, que poseía a un interprete, una figura sentada a los pies...
-algo inhumano me cautivó...
Habló de pie, llamando la atención de esa sombra, que giró quizá al oírle hablar, desvelando a un hombre, un hombre que vestía una simple camisa blanca holgada y pantalones negros, con elegantes botas, lo peculiar en él, era la máscara que le cubría el medio rostro derecho.
Christine podía jurar que lo vivido si fue un sueño, lo quería pensar, pero al recibir la punzada de la brillante mirada dorada color de aquel hombre, le decía claramente que no fue un sueño, esa presencia, mirada y canto hechizantes no eran comunes, si parecían un sueño, pero ahí lo tenía sentado frente a ella.
-¿dormiste bien?-una pregunta sencilla, acompañada por una sonrisa que ya había visto, con un hoyuelo visible al borde.
-sí, ¿entonces no fue un sueño?-preguntó llegando a él, en un leve caminar.
-no, todo fue real.
Respondió mientras volvía su mirada a las teclas frente a él, Christine, no podía adivinar si esa sonrisa se había tornado burlona, justo del lado que ella estaba de pie, era donde él vestía su mascara, una mascara muy peculiar, en su vida había visto algo igual, era tan blanca como la sal y brillante como la porcelana.
Esa voz, era de aquella figura en neblina que veía ante sus ojos que apenas y se podían mantener abiertos, pero su ángel...esa voz era de su ángel, que ahora proviene de ese hombre.
-escucha esto.
Le irrumpió sus pensamientos esa voz masculina, quien a continuación dejó oír unas magnificas notas que en su conjunto conllevó a una armoniosa melodía, aquel hombre no tardó en tararear, sin letra presente, sólo su voz.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficção Histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...