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Para casi las 2 de la tarde, estaban arribando a casa de Raoul en Saint-Honoré, en Rue du Faubourg, casa que adquirió con el único propósito de poder estar cerca de ella, de París.
En su propia casa Raoul no podría sentirse más nervioso, apenas dejó a su caballo en su respectivo espacio, saludó a las personas que estaban acarreando paja a todos los espacios de los equinos de esta calle, esta tarde, se encontraban en su puerta.
La simple pregunta de —¿Cómo se encuentra Vizconde? Buen Día. Sintió su mano temblar cuando les respondió.
Justo al llegar, hace unos minutos, Christine tomó la palabra de Raoul para adelantarse, ella sonriente entró a casa, podía creer que se estaba...¿preparando?
Los nervios en sólo pensar lo que podría pasar cruzando la puerta, le mataban. No, no eran nervios de miedo, era claro el sentimiento que sentía latente en el pecho, emoción, alegría, curiosidad y...deseo. En los jardines de Luxemburgo, Christine fue muy clara de querer esto, venir a su hogar, él, estaba de acuerdo por igual, ansioso por igual.
Pero a la vez, se mantenía pensante por ella, ¿de verdad quería esto? Sí no lo quisiera, ahora mismo lo sabría o se lo hubiera dicho antes de bajar del carruaje, ¿no?
De todas maneras las ansias de besarle de nuevo, le comenzaban a quemar el corazón, así que se apresuró a entrar, cuando el silencio gobernó la estadía principal, le llamó suavemente, —¿pequeña lotte?
-¡por acá!- su voz era de ensueño, jamás creía poder oírla siendo tan romántica con él. Cuando pasó por las conexiones del pasillo con la sala principal y la entrada a la cocina, Christine apareció cerca de la barra de esta última locación.
-tomé un poco de agua Raoul, ¿gustas?- le observó sosteniendo un pequeño vaso, recortó su distancia, para tomarlo en sus manos. Tomó lo último que había, para después dejarlo en la superficie más cercana.
-guardé algunas cosas que traíamos en tu alacena, luego podemos cenar eso- alzó Daaé, refiriéndose a la comida que había sobrado en el picnic, mientras tomó a Raoul desde el brazo, para unir su mejilla a la altura de su hombro.
-¿ah? ¿pasa algo?-añadió.
-siento algo de nervios...-suspiró en respuesta, Raoul había bajado algo la mirada, mientras seguía inmóvil por la cercanía de Christine, lo adoraba, una felicidad que se manifestaba en cosquillas se alojaron en su diafragma, al momento que el calor y aroma tan exquisito a lirios llegó a sus sentidos.
-¿nervios? ¿por qué...?-Daaé pareciera que podría estar en blanco por las palabras de Raoul, pero de inmediato una idea golpeó su mente, así que tomó asiento en las sillas de la barra de la cocina, justo delante de aquel hombre llenó de nervios.
-Raoul, ¿acaso eres de aquellas personas?-suspiró, captando la atención de ya un integrado ojiazul, no importaba que por las grandes ventanas se dejara ver iluminación completa de un medio día, las pupilas de Raoul sobre ella estaban sumamente dilatadas.
-¿de que hablas? ¿Cuál aquellas personas?-suspiró.
-ya sabes...de las que piensan que esto es hasta el matrimonio- respondió Daaé, mientras sus dedos pasaban ansiosos sobre un mechón de cabello, en esta situación estaba en blanco a lo que podría responder Raoul.
De Chagny entendió lo que mencionaba Christine, estaban aquí, porque desde los jardines en Luxemburgo, habían decido venir, principalmente por una cosa en concreto, esta tensión entre sus miradas había llegado a su límite, esta tarde iba a suceder.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...