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Las notas del fonógrafo estaban en el ambiente, Irina y Erik habían dado para largo su charla, pero ahora el tema inició sobre la época en la que ambos estaban en la Academia Leclair  y como de Erik al ser descubierto por el director tocando en un piano, le dio sin pensar el estudio completo, tan impresionado estaba, que al ser un niño, que Giry había rescatado de, a sus palabras, de las calles, era sumamente talentoso.

Que no dudó acoger a ese pequeño...de nombre peculiar.

-¿todavía estarán nuestros archiveros?-cuestionó Irina, estaba algo mareada, sentía el ligero tambaleo en su cabeza.

-no lo sé, éramos muchos alumnos, aún recuerdo como nos hicieron mover cajas a otro lugar-exclamó Erik, él, al no saber muy bien como se sentía el alcohol recorrerle el cuerpo, pensaba que era algo normal.

-¡lo acabo de recordar!- exclamó Irina. -creo que por Firmin, podemos asegurar que siguen ahí...

-¿qué dices? ¿Por qué Monsieur Firmin?-cuestionó sumamente extrañado Erik.

-hace meses, cuando aún estabas ausente, ese par estaba buscando alternativas en todos lados y una de esas opciones fue buscar en los archivos de la Ópera, que los llevó a la Maison Leclair...-señalaba Irina, mientras se incorporaba de estar recostada sobre el respaldo del sofá.

-y encontraron a Ernst Von...

Erik tensó los labios, dejando su mirada a un punto a la lejana pared, pareciendo pensante. De su lado derecho, donde ella se encontraba, veía con suma claridad esa lacerada piel, violentada con agresividad, pero la belleza resaltaba de él...su afilado perfil, la curvatura de su ceja con dos cicatrices pasando por encima, pero no alterando su forma. A la vez que sólo podría detectar destellos brillantes del color amarillo profundo de su iris.

-él murió...-suspiró. -¿ya lo saben todos?

Para Irina fue la gloria pura recibir la dorada mirada, quien se mostraba hasta algo cansada, Erik estaba más relajado dejando su peso en el respaldo acolchonado del sofá, pero mantenía su cabeza alzada, verlo, le hacía a Irina sentirse de los nervios, lo sentía en los latidos de su corazón.

-totalmente, yo les dije que...había recibido una carta por su fallecimiento- suspiró en respuesta. Sintiéndose atrapada por el brillo inhumano de esas joyas como el Sol. Viendo como él regresaba la mirada al frente, para después beber de su copa, un suspiro pesado salió de sus labios, al verlo distraído, aunque satisfecho por lo que acababa de oír, en ella estaba el deseo de esa hermosa mirada volver a su persona, ¡era lo único que necesitaba!

-así que creo que el archivero de Ernst ya no estará...-alzó Erik, llamando a la atención de su compañera.

-¿por qué estas tan seguro? Que yo recuerdo, fuiste un diamante para ellos- respondió Irina.

Ahí, Erik soltó una risa con tintes burlescos, mientras dejaba la copa en la mesa de centro, casi vacía.

-no sé si lo recuerdes, pero no fue una buena época...- alzó mientras se incorporaba mejor en el sofá, pero, manteniendo su mirada baja.

-creo que para ninguno de los dos fue un buen año...

Alzó Irina, mientras ella clavaba sus ojos en él, admirando lo que ya venía obsesionada...su existencia, por otro lado, Erik se sintió algo confundido por breves segundos, iba a cuestionarle que tenía de malo, hasta que recordó lo que pasó por ese tiempo...

-pero recuerdo que eras una excelente alumna, ¿hasta se te ofreció recorrer Francia, no?- alzó regresando la mirada a su compañera.

Irina sabía a que se refería, la Academia Leclair, era de prestigio, para niños con talento en algunas de las ramas de las bellas artes y si eras lo suficientemente bueno, junto con un poco de suerte, algún promotor te encontraba para enseñarle al mundo tu talento, pero ahora...no podía ignorar aquel tiempo, ambos estaban muy en su respectivo camino sobre la bella arte en la que eran buenos, Erik música e Irina ballet. Pero él no sabía un detalle...

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora